Me ocupan nubes de plomo, áridas,
sin lluvia. El día se ha cubierto de sobrellevada decrepitud. Parece irse la
gracia de la primavera buscada por otros que la quieren lozana. Las sombras
grises irrumpen tan infatigables que me hacen anhelar sueños de playa,
habitados con la desnudez de mi cuerpo y las profundidades de tu recuerdo.
Decidme si los besos me besan, si
las manos me acarician, si la piel me penetra. Hoy, no los siento. Parecen
dormidos, fatigados, cercados en tentadora somnolencia. Son los poderes ocultos
que ensombrecen mi mirada. Aquellos que llegan cuando la soledad no es deseada,
cuando el hombre ama la esencia que un día quedo flotando entre el espacio que
dejaron nuestros labios, dormidos ahora como víctimas de nuestros miedos.
La mirada se pierde en el
infinito gris de unas nubes que se llevan el secreto de nuestro encuentro.
Apenas imagino ya tus líneas, van queriendo desaparecer tras los velos del
recuerdo. Hasta que mi deseo y tu mano dibujan en los confines del espacio aquella tarde en
la que estuvimos juntos un tiempo.
No dejemos que un día nos
preguntemos al vernos ¿Tú quien eres?.
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