Tengo un
poco abandonado el blog, Desde mayo no publicaba. La falta de tiempo junto a
una tranquilidad encontrada me ha apartado de estas líneas que tanto me han
dado. He de intentar escribir con más proximidad. Sigue ayudándome a sentirme
vivo.
Este año el
verano ha llegado sin avisar, envuelto en un calor sofocante, tórrido,
demasiado caliente. Apetece dejarse vencer al borde del mar ensoñando en
placeres que difieren de la realidad existente o tumbarse bajo las aspas de un
ventilador que remueven el aire de la habitación refrescando el deseo de verse
sumido en los brazos de un hombre.
Esta foto me
recuerda esos instantes en los que nuestro pensamiento vuela en horizontes
cerrados por nosotros mismos. No quiero ser cansino, contando de nuevo deseos y
anhelos no realizados, pero todo tiene un porqué. Aunque no he publicado, he
estado en contacto con amigos que al descubrir el blog han encontrado un
bálsamo a sus inquietudes. Están casados con mujeres como yo, aunque ellos ya
entrados en la cincuentena no han experimentado el abrazo de un hombre. Piensan
en ello, lo desean desde el secretismo de su cuerpo, pero lo temen entre miedos
y desasosiegos. Como ya hemos hablado otras veces en el blog, se sienten
encerrados en un ascensor que sube y baja a voluntad de sus ondulantes mentes, haciéndoles
sufrir hasta sentir dolor emocional.
Ahí estamos,
sin saber como reaccionar ante la dualidad que nos ofrece la vida. No somos
gay, no somos heteros, somos hombres con sentimientos encontrados que al
aceptarlos descubrimos el sosiego en nuestros corazones.
Aceptar no
significa lanzarse a los brazos de alguien, simplemente es conocerse
sabiéndonos diferente. Un hombre puede desear a otro sin ejecutar nunca su
deseo, viviéndolo desde su silencio. Solo existe en su mente, en su piel, en
las caricias de sus manos o en los besos de sus labios, lo persigue y lo
anhela, pero no lo encuentra porque teme hacerles daño a la mujer que ama, a
los hijos que adora y a una sociedad que tal vez no le entendería. Antepone
todo a él mismo.
Este verano
cuando busquemos refrescar la mente de los calores estivales, hagámoslo con el
sentimiento puesto también en nosotros mismos. Estoy seguro de que, si lo
hacemos, veremos como el mundo toma los colores de la pasión y la vida.
Recuerdo una
frase de Lili, la protagonista real en la que se inspiró la película La chica
danesa. Le escribió a su hermana expresándole como se sentía ante la transformación
que estaba teniendo su cuerpo por las operaciones de cambio de sexo. Le dijo
que estos catorce meses son los más felices de mi vida. No hubo más, pues
tristemente falleció tras una de las operaciones. Lo bello de su historia es
que consiguió ser feliz.
¡Sed
felices!
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