Este año, al igual que el año pasado, la primavera ríe y llora insistentemente como contagiándose de nuestra propia desazón. Aquí, esta tarde ríe abiertamente, generosa en sol y abiertas flores. En cambio, yo me siento apagado, sin apenas energía.
Sé que tanta desgana no solo es por la pandemia, mucho tienen que ver mis propias circunstancias. Son demasiadas dudas y preguntas para tan pocas respuestas. Ese estar sin estar me hace vivir como fantasma de mi propia existencia, como sumergido en un fangal del que se hace difícil salir. Así me siento muchos de estos días, que al menos, pasan a una velocidad extrema, tan rápidos que casi ni se perciben.
Como consecuencia, apenas escribo, apenas siento, solo pequeñas pinceladas me hacen sonreír a la vida. Hoy ha sido uno de esos días de pinceladas y sonrisas efímeras. Un amigo argentino ha enviado un afectuoso audio, acompañado de unas hermosas imágenes, que me han hecho creer de nuevo en un mundo sin horizontes. Gracias amigo por estar ahí, sobre todo cuando apenas hay luz.
Que nadie nos arrebate la esperanza. Seguimos viajando, aunque sea desde un banco del parque.
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