No solo en Valencia las lluvias están siendo
intensas este otoño. Estas semanas anegan por doquier campos, calles, casas, carreteras,
arrastrando todo lo que perturba su camino, y lo que es más doliente, vidas
humanas. Indudablemente son lluvias necesarias, pero no deseadas, pues, aunque
nutren los acuíferos, provocan daños innecesarios y punzantes. Si nos paramos
por un instante, percibiremos que es como si la tierra llorara abiertamente y
con más asiduidad desde hace unos años, como si estuviese desconsolada ante las
atrocidades que cometemos los humanos no solo en ella misma, sino también en nosotros
mismos, en el plano emocional.
Según ciertas culturas ese comportamiento de la
naturaleza tiene en ese plano un porqué. Hace tiempo me dijo un chamán que
cuando llueve descontroladamente es porque la tierra está sanando las emociones
de sus habitantes, arrastrando la ira, el odio, el rencor, la violencia… todo
aquello que nosotros mismos no somos capaces de limpiar a través de la
meditación, la oración, la bondad, la empatía, una sonrisa. En aquel momento no
le di mucha importancia, pero ante las noticias de desastres naturales por todo
el mundo que nos golpean sin cesar desde hace unos años, voy dándole el valor
que él me quiso transmitir.
Os cuento todo esto, porque hace una semana estuve
en Madrid y presencié una secuencia que me dejo pensativo, pero sobre todo
reflexivo. Esa mañana llovía sobre la ciudad a intervalos. Al pasar por la
plaza de Isabel II me encontré con un hombre que, sentado en la posición del
loto sobre el suelo mojado, meditaba ajeno a todo el bullicio que le rodeaba.
Nada perturbaba su silencio interior, ni los coches, ni los paseantes, ni el
agua que resbalaba sobre su piel y ropas mojadas. Me recordó las palabras de
aquel chamán, y le vi como transmutando todo aquello que nos provoca dolor e
incomprensión. Era como si su empatía por los demás, su amor por todo lo que le
rodeaba, irradiara alegría y bienestar a los que nos cruzábamos con él. Fue
tanta la impresión que me causo que tomé una fotografía por detrás para no
descubrir su rostro. Al reflexionar, descubrí que no fue una casualidad que yo
pasase por allí.
Estas semanas no están siendo muy estables para mí. Buena
prueba de ello es que desde hace un tiempo no escribo en el blog como lo hacía
antes. Esta vez no ha sido el trabajo o la familia la causa de ello. Aquella
entrada en la que me sinceré ante vosotros con un anhelado te quiero, no fue
entendida como yo pretendía. Puede que yo no me explicara bien. Lo peor es que
llegué a la conclusión de que nunca me había explicado adecuadamente. Y no era
por los mensajes que me dejasteis en el blog, que fueron sinceros desde el conocimiento,
sino los que llegaron al correo electrónico. En ellos evidencié mucha
incomprensión de aquellos que han buscado en mí comprensión hacía sus
sentimientos. No todas las parejas somos iguales. Cada una tiene sus propios códigos,
su forma de encarar una vida en común. Lo que para unos es un vicio a otros les
une, lo que para unos supondría una ruptura en la relación, a otros les hace
mantenerla viva.
En mi caso, anhelaba escuchar esas palabras por boca
de mi mujer. Es más, no quería oírlas,
pero si escucharlas, pues sabía que mi mujer me amaba, pero no lo expresaba por
una herida que tenía que sanar. Ese momento de sanación llegó, alegrándome de
no haber roto una intensa relación.
Aquel hombre que meditaba bajo la lluvia ajeno a
todo me hizo sentir como el ser único e irrepetible que soy. Con su actitud percibí
que nadie puede ni debe compararse con nadie, tan solo contar sus propias
vivencias de las que el otro tal vez saqué alguna conclusión, o tal vez
ninguna.
Me reafirmo en que soy un ser evolucionante que ama
sin preguntar, sin juzgar, sin calificar. Un hombre que camina por la vida con
sus vacilaciones, sus inseguridades, con sus miedos, y sobre todo con unas
inmensas ganas de vivir. Soy feliz de ser como soy, de amar y ser amado, sin
importar el sexo de una persona, sino su calidad humana. Amo a mi mujer igual
que podría amar a un hombre, y no me avergüenzo de ser así. Un hombre abierto a
la vida, que es lo mismo que a todo aquello que me haga feliz.
No es mi intención ofender con este comentario, para
mi es todo un placer que compartáis este viaje conmigo y mostrarme vuestras sinceras
opiniones. Sin ellas no hubiese
evolucionado hasta llegar al punto en el que estoy. Gracias por existir.