Esta mañana me he levantado con
pensamientos llenos de vida. El sol se colaba por la ventana libre de gotas de
agua, contradiciendo los pronósticos del tiempo. Tan apacible, que no he dudado
en sentarme cómodamente a disfrutar de mi primer café del día con su preciada
luz. Hoy no había prisas.
La tibieza del sol ha calentado mi piel.
Sus doradas alas han rozado la alianza que, como es tradición en Valencia, luce
mi dedo anular en la mano izquierda. He aspirado con fuerza el aire, con olores
de café y aloe vera. La placidez ha llenado el sabor de lo irremediable, ya no
quiere desvanecerse en un torpe sueño.
Porque irremediable se hace aceptarse,
conocerse, intimar con uno mismo hasta amarse. Ahí radica el centelleo de la
vida. O al menos de la mía. Es curioso, pero cuando acepto como soy más sosiego
encuentro y más cercano estoy a la mujer que un día depositó en mi dedo esa
alianza que hoy brilla con besos de amor. Ella es la faz de mi mundo.
Mis pensamientos siguen entre sorbos de
café con vosotros, que sois los que me habéis ayudado en buena parte a
encontrarme, a descubrir la jovialidad de ser como se es. Compartir este plano
de hombres que nos une y confraterniza, me da fuerza y potencia en la vida.
Gracias por estar ahí.
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