Parece que todo el mundo se ha
echado estos días a la carretera para conquistar playas y parajes donde reponer
fuerzas y anhelos. Algunos de esos veraneantes buscaran alientos bajo el sol.
Esos abrazos que motivan a muchos hombres bisexuales casados para el resto del
año.
Seguro que antes ya habrán
buscado en internet que sitios ocultos hay cerca, incluso el lugar vacacional
habrá sido elegido con algún interés furtivo. De todas formas, es conveniente
al llegar a la playa el mirar con ganas para formarse una composición del
lugar, que hay que trazar planes que resulten de lo más cotidianos para no
hacer saltar las alarmas.
Y un día se encuentran con la
mirada de un hombre sobre la arena que escruta desde la distancia sus ganas. El
simple roce de una mano en la polla hace que arda hasta el sol, la arena y el
agua. Tanto morbo desatado obliga a un paseo por la orilla, ducharse con el
agua dulce en el vértice de la playa o tomarse una caña en un chiringuito para
un primer contacto, asegurándose de que el otro le sigue con levantada codicia.
Las palabras son leves pero
precisas. Allá, al final de la arena, entre dunas, cerca de los pinos les
espera el goce de la carne.
Tal vez haya un segundo encuentro
entre los dos, tal vez sea único. Pero su recuerdo ardera entre sus manos
durante el duro y solitario invierno.
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