Un amigo, compañero
de viaje, me escribe desde México. Ha posteado mucho en el blog, y a ello voy a
referirme, no a lo que me escribió por correo electrónico, pues lo que contó
por allí entra dentro de su privacidad.
Como muchos
de nosotros está casado con una mujer a la que ama. Con ella ha creado un hogar
estable al que llegaron para su felicidad unos hijos a los que adora. Un día
llegaron preguntas sin respuestas, acompañadas de mucha desazón y tormento. Sentimientos
que parecían enfrentados hasta que encontró a un amigo casado como él, con
quien descubrió lo maravilloso que es descubrirse a uno mismo.
Por lo que
cuenta, ha sido un tiempo extraordinario, muy hermoso, pero ahora, ambos decidieron
darse un tiempo por disfrutar más de sus familias.
En ocasiones
pienso que nuestras vidas son como un ocho, un camino que se cruza con pasmosa
facilidad, llevándonos de un extremo a otro. Nuestro amigo se siente en estos momentos mejor con su
familia. ¡Adelante amigo! Te deseamos lo mejor en el camino.
En cambio,
en otras ocasiones tengo la certeza de que podemos encontrar un amigo estable
con el que compartir nuestra felicidad el resto de la vida. Sé que es posible
porque muchos lo han vivido.
Nos ha
dejado esta fotografía suya, pidiéndome que la suba al blog. Lo hago con gusto.
Dos sois los amigos americanos que os habéis asomado físicamente en este blog.
Gracias por vuestra confianza.
Como bien dice
nuestro amigo mexicano: no estamos solos.