viernes, 31 de octubre de 2014

Memoria de tu ausencia


En mi cuerpo guardo la memoria de tu ausencia. Aquellos minutos que compartimos desde la firmeza, en los que nuestras inquietudes se convertían en placenteras realidades. Era cuando estaba despierto y creía estar soñando magnetizado por tu hermoso cuerpo. Mis dedos te recorrían, aunque en realidad eras tú quien más gozaba de mi piel y mis besos.

Nosotros, plenos de formas erectas, atractivos y bellos, nos correspondíamos estampando la tarde con el compromiso de nuestra amistad. Tiempos buenos, gratos, atiborrados de caricias, arrumacos, y porque no decirlo, relaciones íntimas intensas y elevadas como la espuma de una ola.


Por eso ahora te recuerdo en el silencio de mi cuerpo, con la mano aprisionando tus recuerdos en mi reposo. Mano que guarda tu aroma de hombre sediento de hombre.

Sospecho que ahora me son inalcanzables. Inalcanzables porque ya no te siento, porque solo busco tu recuerdo sin cuerpo.


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Las fotografías proceden de Internet, y no se cita al autor por no indicarse en el lugar de origen su autoría y procedencia. En caso de incumplimiento involuntario de algún derecho se retirará inmediatamente





jueves, 16 de octubre de 2014

Búscame en la calle de la Luna



Búscame ahora que la tarde cae en sí misma, somnolienta, perezosa, descuidada, arrojada en los autores de lo oculto. Estoy donde siempre, sentado en el café de la calle Luna, salpicado de frescas notas que me dejan ausente de mente. Me reconocerás inmediatamente, porque mis ojos solo ven pasar las gentes buscando un alma sana con la que crecer el alma.




De entre ellos veo pasar a un hombre que sabe vivir, que no se deja engañar por las apariencias o por las palabras. Da unos dubitativos pasos que me rebasan. Se detiene, busca un sitio y asienta su alma bebiendo café a sorbos, observando todo como cómplice de la caída tarde.

Nuestros ojos se cruzan, se estacionan en el otro. Parece que estamos ociosos, pero son las encendidas miradas de la brevedad las que nos atenazan. Sonreímos favoreciendo las disensiones. Me habla de la vida, de mares que son nuestros, de lugares que cambiamos por otros. Le hablo de aguas que son júbilo, de tierras que son impulso de la existencia. Meditamos con las mismas palabras abriéndonos al instante de lo íntimo para deleitarnos con el valor de lo humano.

Hablamos así desde el complacido tiempo, hasta que las saetas se cruzan en la hora señalada. Al despedirme insiste en acompañarme hasta la puerta. Elevamos nuevas palabras en el espacio de la calle a la par que nuestros pasos acortan distancias anunciando el final. Las puertas están cerradas. Bastaría un abrazo para abrirlas de par en par. Un simple apretón de manos las mantiene cerradas, mientras observo como su presencia se pierde en el silencio de la noche.

Caído sobre la cama, lamento amontonar una vez más mis miedos, no haber abierto las puertas para que una caricia suya saciara mi sed.


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REENCUENTRO

Repasando antiguos correos electrónicos intercambiados con un muy buen amigo hace ocho años, he encontrado esta preciosa fotografía que me e...