Me siento ante el escritorio
desnudo de cuerpo y mente mientras reflexiono sobre este viaje que escribo.
Vienen hechos, sitios y rostros que ya no existen en mi realidad del día. Son
rostros de quienes hablaron conmigo, sitios derramados en goce y hechos imprescindibles
para conocerme desde dentro. Nunca se olvida a quien se conoció desde la
ilusión o el deseo, a quien se tendió desnudo junto a ti en un momento de la
vida. Su piel, su olor, sus manos recorriéndote, su avidez de tenerte despojado
de ropa quedan para siempre. Son esos momentos en los que las palabras son
insuficientes y las risas no bastan. Secuencias que flotan por siempre en el
aire de mi sentido.
Muchos me dicen si mis palabras
están inspiradas en lo que he vivido. Siempre digo que no, solo habitan en mis
fantasías tan llenas de deseos mundanos que hasta duelen. ¡Corrijo!, todo no,
excepto la primera vez en aquella playa de mis sueños, el momento al que un
buen amigo llama mi “pecado original”. También lo que cuento de esos
sensacionales masajes a los que no he renunciado porque transmiten sensaciones
encerradas en mi arrobada piel, o mis visitas al amigo Mar. Ahora que pienso,
en realidad todo es real, pues es lo que habita en mi mente, incluso las
fantasías en las que el sexo entreteje pasiones encontradas.
Se que algunos se han
decepcionado al saberlo y han pedido que escriba sobre mis vivencias, de mis amigos,
pero no puedo ni debo hacerlo porque sería escribir sin ellos, de lo que no me
pertenece al ser participado desde el secreto más absoluto. Un tiempo al que no
añoro pero que fue muy grato al compartirlo con gente sensacional. No han sido
muchos, solo los que tenían que ser. Con ellos he aprendido tanto que ahora
puedo decir, no, sin romperme. En ellos busque respuestas a lo que me pasaba.
Las encontré. Supe que todas las parejas tienen tiempos de distanciamiento,
como los que tuve. Y de reencuentro si no se actúa con prisas. Ahora vuelve a
ser como antes. Hoy me abandono al amor de mi mujer sin abrazos de hombre.
El viaje sigue en el silencio de
la palabra escrita, sereno, tranquilo, sin quebrantar mis deliciosos sueños.
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