martes, 26 de noviembre de 2013

Enredar tu cuerpo con el mío






¡Sé lo que deseas!, enredar tu cuerpo con el mío, para que se confundan en uno solo.

¿Sabes? Ese es mi deseo también, quedar liado a ti y tú a mi. Que mi boca se mezcle con la tuya, que mis brazos se embrollen con los tuyos, que mi pecho rebulla con el tuyo, que mis piernas jueguen con las tuyas, que mi sexo se aquiete con el tuyo tras trastear enredados en nuestros cuerpos.

¡Sé lo que deseas!, enredar tu cuerpo con el mío en el refugio de una habitación, sin importar ventanas abiertas o el lugar escogido, solo para que juguemos juntos sin miedos, con ganas, al juego del deseo.




























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domingo, 24 de noviembre de 2013

El placer que me da tu boca


Anhelo el placer que me da tu boca. Sueño con el placer que me da tu boca. Suspiro por el placer que me da tu boca.

Es un sentir constante cuando tu boca desciende por mi pecho hasta jugar con mi virilidad de hombre ardiente.



Hasta que llega un momento que tu boca se vuelve glotona y la llenas con mi carne. Es entonces cuando tu mirada me desea, cuando tu boca me come hasta hacerme estremecer de placer.


Racing Stallion.com


Lames el glande hasta saciarte con su sabor, llenándote de mí,




Dices que es un gozar comer los huevos, saborear la polla, que es un gozar el saber a mi piel.





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sábado, 23 de noviembre de 2013

Un masaje inesperado

Siempre que puedo voy al masajista. Conozco algunos que son muy buenos profesionales, con sus manos ayudan a mi cuerpo a liberarse de cargas físicas como traumas o pinzamientos, pero también de cargas emocionales que nos llegan a través de energías estancadas.

Hace muy poco estaba en una ciudad española de viaje por un trabajo circunstancial. Desayunamos en una cafetería de estas que venden todo tipo de panes y dulces. Al ir a pagar, vi unas tarjetas al lado de la caja. Eran promocionales de varios negocios. Entre ellas había una de un gabinete de masajes en las que se veían unas manos masajeando la espalda de un paciente. Instintivamente cogí una y la guardé en el bolsillo.

A media mañana nos comunicaron que lo sentían mucho pero que hasta primera hora de la tarde no nos podían recibir. Mis dos compañeras propusieron aprovechar para ir de tiendas, pero no sé por qué no me apetecía mucho. Así que ellas se fueron por un lado y yo me quedé sentado en el paseo marítimo contemplando el mar y con la única compañía de una taza de café.

Sonó el móvil que llevaba en el bolsillo, al cogerlo cayó al suelo un papel que estaba junto a él. Mientras hablaba me agaché para recogerlo, observando que era la tarjeta del centro de masajes. Al finalizar la llamada, me vi con la tarjeta en una mano y en la otra el móvil. Sin pensarlo marque el número del teléfono. 

- Buenos días, es ahí el gabinete de Masajes Terapéuticos y Masoterapia.

- Buenos días, sí señor, es aquí.

- Sé que es muy precipitado, pero me preguntaba si me podían atender aún esta misma mañana, necesito un buen masaje.

- No se preocupe, pasa más de lo que cree, un momento por favor que lo compruebe. Señor, siento el tiempo de espera, el quiromasajista me comunica que podrá atenderle en media hora.

- ¡Fantástico! Puede informarme de que tipos de masajes realizan.

- Entre otros ofrecemos masoterapia, masaje deportivo, masaje anticelülítico, Reiki, reflexología, quiromaseje, masajes descontractuales, drenaje linfático, masajes con piedras calientes, ayurvédicos y relajantes. Aunque lo mejor será que le diga al masajista si tiene molestias localizadas y él indicará cual le va mejor.

- Sí, creo que será lo más adecuado. Nos vemos ahora. 

No tardé en llegar al sitio ni más de cinco minutos. La clínica estaba situada en el bajo de un edificio del centro. Una enfermera me invitó a pasar a una sala de estar donde esperaban algunas señoras para entrar a los distintos gabinetes.

Pasados unos diez minutos, volvió la enfermera para acompañarme a una de las salas. Allí me recibió un masajista vestido de blanco que tendría unos cuarenta años, bastante majete y muy simpático, me hizo sentar y comenzó a preguntarme si tenía molestias y donde se localizaban. Con una clara composición del tipo de masaje que me tenía que dar, me invito a la camilla, pidiéndome que me denudase y colgase la ropa en un pequeño armario que estaba al lado.


Una vez en boxers me tumbe en la camilla boca abajo. Le pregunté si estaba bien así, y me contesto que en principio si, aunque lo mejor sería que me quitase la ropa interior para poder trabajar mejor ciertas partes del cuerpo. La petición me pareció de lo más normal, no era la primera vez que me lo pedían, más exactamente era el tercer masajista que me pedía quitarme la ropa interior, bueno en realidad el cuarto, porque el primero que lo hizo se llevó un no por respuesta al darme vergüenza. De ello habían pasado ya muchos años y unas cuantas playas nudistas de por medio. Como podéis imaginaros, me levante de la camilla, y me quite los boxer mientras le decía:

- Sin ningún problema, soy nudista. En la playa me ve mucha más gente, además no es el primer masaje que me dan así.

-  Perfecto. Quieres que te tape con una toalla o prefieres quedarte cómo estás?

-   Como sea mejor para ti, me es lo mismo.

-  Pues entonces sin toalla, para mí es mucho mejor, pero si sientes frío o te molesta dímelo y te tapo.

Tumbado en la camilla, desnudo, esperaba con ganas sus manos sanadoras. En unos segundos, embadurnadas de aceite estaban transportándome a la gloria. Menudo homenaje me estaba dando aquel hombre. No dejaba ni un punto de mi piel sin liberarla del estrés, hombros, espalda, nalgas, piernas, mmmm... En esos momentos me sentía plenamente feliz.



















Más de media hora en la que de vez en cuando hablamos de las bonanzas de las distintas técnicas de masajes, energías y filosofías orientales, me pide que dé la vuelta. Lo hago con toda la naturalidad. Me tumbo totalmente y comienza el masaje por la parte frontal. Sus manos masajeaban mi cabeza, y entonces, acercando la suya hacia la mía, me dice:

- Estate relajado, no te preocupes de nada, olvídate de todo. Si notas otras sensaciones no hagas caso, es normal, les pasa a muchos hombres.

Asentí con la cabeza porque me sentía tan relajado que no tenía ni ganas de hablar, pero su voz tan calmada y cálida produjo el efecto que no deseaba. Mi pene comenzó a crecer hasta ponerse morcillón. ¡Qué vergüenza!, que iba a pensar de mi este hombre!.

-  ¡Relájate!, no te preocupes, es lo más habitual.

¡Pero como iba a relajarme hablándome con voz tan tenue! Lejos de relajarme, mi polla crecía hasta ponerse bien dura. Eso si, estaba tranquilo, porque el me había dicho que no pasaba nada, Lo que estuve a puntito de decirle que me tapara con la toalla para no molestarle, pero como no parecía importarle a mí tampoco.

El siguió con el masaje. Y mi polla seguía bien erecta. Dos minutos más tarde me estaba diciendo:

- Chavalote, el masaje ha terminado.

Ahora sí que me había desconcertado. No era la hora, aún no había trabajado las piernas, el pecho y el abdomen y me echaba. Muy raro parecía. Así que le pregunte:

-  ¿No trabajas la parte delantera del cuerpo?

- ¡Hombre!, es lo que debía hacer, pero no querrás irte de aquí con un calentón tan grande.

-  Como me habías dicho que me relajase, lo he hecho, y por lo del calentón no te preocupes. Sigue con el masaje que tienes unas manos de las mejores.

-   Está bien, como quieras.

Ahora era mi pecho el que se perdía entre sus manos con suaves masajes. Volvía a sentirme en la gloria hasta que no habían pasado ni tres minutos cuando se para y me dice:

- ¡Que no! ¡Que no puedo! Perdona, pero uno no es de piedra. Tienes una polla muy hermosa, grande y bonita y no puedo seguir dándote el masaje. ¡Y no es solo eso!, tienes un buen cuerpo, y no puedo seguir.

¿Venga!, no me seas exagerado, si soy un tipo de lo más normalito. Tápame con la toalla y sigue.

- De lo más normalito dice. Un cachas no eres, pero a mí me molan más así.

Dirigió sus pasos hacía la estantería donde se guardaban las toallas, pero paso de largo y al llegar a la puerta dio la vuelta a la llave y me dijo:

    -  Estoy loco por lo que voy a hacer, no te creas que esto es lo habitual, solo me ha pasado un par de veces. Pero me has puesto cardíaco, y sino mírame el pantalón. Es lo que quieres, ¿no?, pues lo vas a tener.

¡Joder! No sabía a lo que se refería y era verdad, no me había percatado de su erección. Para entonces sus manos asían mi polla dándole un masaje que me hizo vibrar de placer. Sin duda era un maestro del masaje.

Pero lo que más me sorprendió es que dirigió su boca hacía la mía, comiendo mis labios, pugnando su lengua por entrar en mí. De repente se apartó, se desnudó en menos de un segundo para volver a masajear mi polla con una mano y con la otra la suya.

¡Que gozada! Fue tan de impresión que cuando lo recuerdo aun me excito. Hasta ahogamos los jadeos para que no se oyesen en la clínica y montar un escándalo.

Nos corrimos con ganas, derramándonos sobre mi piel. Subió a la camilla, y tumbado sobre mí volvimos a besarnos. Nos pusimos de lado para conversar. Así supe que le gusté desde que entre por la puerta, que cuando me desnudé se arrepintió de habérmelo propuesto, que a muchos ha tenido que enviar a casa, porque hay hombres que creen que dar un masaje desnudo equivale a sexo. En cambio, mi silencio, mi falta de proposición sexual le calentó aún más, y al final decidió jugársela. Aquella vez le salió bien, y a mí también porque sin esperar nada, me marche bien relajado y contento.


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REENCUENTRO

Repasando antiguos correos electrónicos intercambiados con un muy buen amigo hace ocho años, he encontrado esta preciosa fotografía que me e...