lunes, 30 de junio de 2014

Viaje de espejos enfrentados





Viajar. Viajar y sentir invocando la memoria de la vida. Iluminando mis sueños de hombre que se pierden en los confines de una mujer y otro hombre. Ser yo, no otro. El hombre que, en la tarde, la mañana o la noche siente como es. Solo eso. Sentir que la vida me ha regalado dos almas, no dos bombas que matan hasta la más idiota emoción.

Por eso quiero dejarme llevar por las sensaciones en este viaje de espejos enfrentados. Sensación de hombre casado, social, amante de la vida en familia, que pasea, cena con los amigos y ama. Sensación de hombre que abraza a otro hombre llenándose de fuerza, que goza de la playa, un café, el silencio de una mirada y la amistad.

Son dos hombres concentrados en uno, que caminan con el mismo paso, siguiendo el mismo palpito, las ordenes que dicta un mismo cerebro. No finge nada, solo salvaguarda sus dos maneras de vivir.


Por eso, en ocasiones, cuando parece ponerse sombrío el momento, siento el cuello rígido, la espalda tensa, el alma manchada de gotas como las que deja el agua de la ducha en el cristal de la mampara. Son gotas de cal que dejan su huella si no las lavas con los ojos de la complacencia. Solo así, puedo viajar ligero de cargas en este viaje bisexual de un hombre casado, que llena de fantasías sus ganas de vida.


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Las fotografías proceden de Internet, y no se cita al autor por no indicarse en el lugar de origen su autoría y procedencia. En caso de incumplimiento involuntario de algún derecho se retirará inmediatamente

jueves, 26 de junio de 2014

En el refugio de una habitación



Hoy me has llamado para decirme que ansias buscar refugio entre sabanas compartidas, que necesitas encontrarte con mi cuerpo, arroparte con mi piel, cobijarte en el silencio de una habitación.

Me dices que es duro no poder abrazarse sin prisas, sin miedo a ser vistos. Que te sientes como si robásemos lo nuestro. Es verdad, en la calle, por muy solitaria que este, uno no se siente pleno, sino más bien acosado por la incertidumbre de ojos escudriñadores.

Una habitación es como un refugio, donde darse y recibir con sosiego, donde el tiempo se detiene para nosotros, porque nuestras miradas nos pertenecen y nuestras manos, y nuestras sensaciones y nuestras palabras.

En su resguardo, más allá de nosotros se eterniza el momento, el placer del goce de saberse, de existir alegres entre entrecortados sonidos y sublimes expansiones.

Allí, uno puede entregarse al otro con la complicidad de lo íntimo. Aunque esa intimidad sea solo un abrazo y un sincero beso depositado en el cuello con ternura. Solo ello es suficiente para que la plenitud sea hermosa.




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REENCUENTRO

Repasando antiguos correos electrónicos intercambiados con un muy buen amigo hace ocho años, he encontrado esta preciosa fotografía que me e...