sábado, 6 de octubre de 2018

Hacía el infinito



Este otoño recién llegado nos ha traído unos días para gozar del mar y el sol. Los he disfrutado este sábado y domingo en soledad buscada. La playa aparecía tranquila, desprovista de masas, con el agua esquiva y un sol que calentaba sin ardor. Apetecía caminar entre el agua y la arena, desnudo de cuerpo y de alma, pisando con apetito la espuma dejada. Un tiempo para pensar, recapacitar, para madurar. Aunque esto último lo hago cada segundo de mi vida, pues cada paso me hace desarrollarme como ser humano, no viene nada mal de vez en cuando ocupar un espacio de nuestro tiempo para madurar en conjunto.

En ese precioso paseo mi sentido me sopló al oído una y otra vez una sola palabra: ¡Felicidad!. Desde mi última entrada, mi vida ha seguido cambiado, encontrando al fin el rumbo perdido. Aún no he contestado a vuestros afectuosos comentarios, compartáis o no mis opiniones, para mí siempre son bien recibidos, pues os considero amigos y compañeros de viaje. No lo he hecho porque este tiempo debía vivirlo sin interferencias, solo con mi forma de ser y entender.

Ya no busco nada, y de ello hace más de un par de años, porque tengo todo aquello que siempre he anhelado, todo aquello que me hace feliz. Muchos de mis amigos y conocidos no comprenderían lo que estoy diciendo, pues para la mayoría de la gente, una persona que no tiene un trabajo estable y con las cuentas bancarias esquilmadas no tiene motivos para serlo. Pero para mí, estar junto a la persona a la que amas, sonriendo a la vida, aceptándote cómo eres, es ser feliz.

Este blog comenzó en un momento de desasosiego, en el que un hombre descubre que su mundo no se circunscribe solo a lo que siempre ha vivido, que sus palpitaciones son a partir de entonces duales. Me he desnudado aquí emocionalmente después de renacer una y mil veces, de caer otras tantas, y vosotros estando ahí, apoyándome, ayudándome, aconsejándome, trasmitiéndome ánimos y esperanza, me habéis ayudado a construirme de nuevo. Vosotros y mi mujer, porque ella siempre ha estado a mi lado, compartiendo todas esas sensaciones que nos hundían o nos hacían emerger por igual.  Al presente soy consciente de que no hemos pasado de puntillas por mi bisexualidad, que lo hemos hablado en más de una ocasión, más bien en muchas, dándome incluso permiso para que lo experimentase, pero también unas condiciones, como el proteger mi identidad, o tomar cuidado si lo probaba. Incluso llegó a decirme que, si decidía inclinarme por el amor de hombres, ella se apartaría aun amándome con todo su ser. Esa fue la última vez que me dijo ¡te quiero! en años. De ahí mi felicidad y mis ganas de júbilo cuando hace unos meses volvió a decírmelo entre abrazos y besos llenos de amor. Significaba tanto para los dos, pues había curado su punzante y abierta herida. Creo que ahora me comprenderéis mejor, y por eso quise compartir con vosotros tanta intimidad y alegría, porque sois los compañeros de un viaje que, aun no siendo querido en sus principios, he llegado a aceptar e incluso a querer.

Hoy, abro los brazos hacía el cielo infinito, ante la presencia de mi incondicional amigo el mar, cargando una liviana mochila en la que he guardado todo aquello que me hace feliz, para llenarme de la energía de la existencia. Caminado sin más, tranquilo, relajado, siendo consciente de mi andadura en la vida, me descubro para quererme con ganas, ya que solo así podre amar y quereros con más fuerza.

Consciente de que la vida no se detiene en este punto, seguimos viajando.












REENCUENTRO

Repasando antiguos correos electrónicos intercambiados con un muy buen amigo hace ocho años, he encontrado esta preciosa fotografía que me e...