lunes, 8 de septiembre de 2025

LIBERTAD BAJO EL SOL


Estos días he disfrutado de unos días de vacaciones en unas espectaculares playas de un conocido parque natural de España.


El entorno es un auténtico paraíso: aguas cristalinas, acantilados que parecen proteger la intimidad del visitante y senderos que invitan a perderse en la naturaleza. Allí conviven playas textiles con otras nudistas, y como era de esperar, pasé gran parte del tiempo disfrutando del mar y del sol completamente desnudo. Nadé, caminé por la orilla, descansé en la arena y hasta me animé a practicar senderismo nudista para llegar a unas calas escondidas que parecían secretas.




Desde el primer momento sentí la intensidad de esa libertad. Disfruté tanto de mi desnudez como de la de los demás, dejándome llevar por ese juego silencioso de observar y ser observado. Sí, me descubrí mirando cuerpos de hombre y de mujer, y también noté cómo otros ojos se posaban sobre mí, en un juego de miradas que oscilaba entre la picardía y el morbo natural de la situación


Recuerdo a un tipo con un cuerpo imponente, rapado, de apariencia hetero. Cada vez que pasaba junto a mí silbaba, mientras me lanzaba una mirada de reojo cargada de insinuación. Notaba su provocación, esa forma de ponerme a prueba como si quisiera ver hasta dónde me atrevería a responder.


Una chica joven, de silueta perfecta, recogió del agua una pluma de gaviota justo antes de llegar a mi altura. Se la colocó en el pelo con un gesto coqueto y, mirándome, estalló en una risa luminosa que parecía invitarme a algo más.


También estaba aquel treintañero guapo, con un cuerpo demasiado atractivo como para pasarlo por alto. Me observaba desde lejos mientras caminaba por la orilla. Al llegar frente a mí, se detuvo, entró unos pasos al mar y, girando lentamente la cabeza, me clavó la mirada. Su gesto tenía tanto de desafío como de deseo. Yo me mantuve impasible, y él, tras unos segundos de tensión cargados de magnetismo, retomó su paseo como si nada hubiera pasado.


Lo curioso es que todo esto ocurría mientras estaba con mi mujer, lo que convertía la experiencia en un juego aún más intenso, una mezcla de placer, voyeurismo y provocación que me recorría por dentro.


Y hubo más. Muchos más momentos en los que sentía cómo los ojos se paseaban por mi cuerpo desnudo, algunos con descarada provocación. Hombres que, al cruzarse conmigo en mis paseos por la orilla de la playa, se acariciaban con descaro el sexo, como si quisieran ofrecerme una invitación silenciosa. A veces me dejaba llevar, disfrutando de la excitación de esas escenas; otras me mantenía distante, solo alimentándome del morbo de la situación.




Pero lo más poderoso de todo fue la sensación de libertad: caminar desnudo, dejar que el sol acariciara cada rincón de mi piel, sentir la brisa marina, el agua y la arena sin barreras, meditar en lo alto de un escarpado… todo ello me permitió reflexionar, relajarme y reconectar conmigo mismo y con el paisaje. En realidad, fue una integración absoluta con la naturaleza, una experiencia de desnudez no solo física, sino también mental.


Maravilloso verano del 25.


1 comentario:

  1. Hola German, antes que todo qué felicidad ver que estas retomando los posteos, después de tanto tiempo de inactividad...
    La escena que describes es una de las maravillas de vivir en un pais con la mayor cantidad e playas nudistas del mundo ( eso es lo que entiendo ), y mas aún poder compartir ese espacio con tu mujer y desde ahí disfrutar las bondades de la piel humana.. y observar ( mirar, sin tocar ) cuerpos de hombres y mujeres sin bañador ( traje de baño en sudamerica). Sin duda, exigimos la segunda parte, esta es repetir el.viaje a esa playa pero esta vez interactuar ( sin necesariamente intimar) con esos ejemplares que la vida te pone delante. No hay mas morbo que estar de frente a alguien y que te insinúe su interes por tener acercamiento sexual a tí. Eso no significa que debas acabar follando, pero si mantener calientes conversaciones y conocer a esos solitarios nudistas faltos de cariño... Que ganas de vivir esas experiencias, por acá solo queda el uso de App donde muchas veces las fotos son falsas y en los encuentros aparecen señores que en nada se parecen a las esculturas, por lo tanto, la elección y selección del ejemplar se demora bastante.
    Gracias German por compartir tus experiencias con nosotros !!

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Gracias por compartir este viaje

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