martes, 30 de septiembre de 2025

EL SOL INVENTADO


Llueve con alerta roja. Dos días de intensas lluvias que se cuelan por los rincones de mi tierra, enturbiando las aguas claras. El cielo se ha vuelto un manto gris interminable, pesado, que arrastra consigo recuerdos y silencios. Hasta las nubes coronan las cercanas montañas con sonidos de golpeadas gotas, como si la lluvia quisiera imponer su propio ritmo sobre la vida.


Tumbado en la cama, enciendo la luz de la mesilla de noche para que parezca que el sol calienta mi buscada piel. Cierro los ojos y me invento un verano que ya no existe, una claridad que hoy no llega. Quedan ganas de sol, de caricias ardientes y deseos anhelados, de sentir el aire tibio rozando la piel como unas manos poderosas y firmes. 


La lluvia insiste, incansable, mientras yo me aferro a la memoria del calor, a la esperanza de que tras las nubes, tarde o temprano, volverá a brillar el sol.





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Las fotografías proceden de Internet, y no se cita al autor por no indicarse en el lugar de origen su autoría y procedencia. En caso de incumplimiento involuntario de algún derecho se retirará



lunes, 22 de septiembre de 2025

NATURALEZA DESBORDADA EN OTOÑO

 



Llegó el otoño con sus días más breves y temperaturas más frescas, con los paisajes a punto de teñirse de ocres y dorados. Y aunque los bosques alfombrados de hojas caídas invitaran a zambullirse en sus texturas, por aquí, aún quedan días en los que exponer la piel a la calidez del sol, a la sensación de libertad. 
 
Mientras tanto, en el hemisferio sur, la primavera despierta con su magia, perfumes y colores que renuevan los sentidos.

Dos estaciones distintas coexistiendo, dos maneras de vivir el paso del tiempo. Ambas nos recuerdan que cada ciclo tiene su propia belleza y que en cada uno podemos encontrar motivos para agradecer y disfrutar.


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sábado, 20 de septiembre de 2025

CAFÉ DE LAS TENTACIONES



Café de una tarde en la que la calidez del sol enciende fantasías sospechadas. Imaginaciones que son esqueletos esperando vestirse con carnes ardientes, piel que se ofrezca al roce, que invite a explorar sus límites con dedos curiosos y bocas inquietas. 


Por un momento he pensado en ir a la playa nudista y recrear la vista en hombres desnudos, en miradas lascivas y deseos escondidos, quizás codiciando una invitación al placer silenciado. Allí, el aire salado y la luz del sol se vuelven cómplices de las ansias escondidas. 


Otro sorbo de café me invita a seguir trabajando. tecleando palabras coleccionadas en mi memoria, anhelando que el verano aún no se pierda entre las sombras.



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viernes, 19 de septiembre de 2025

LA ORILLA DEL ATARDECER

 


Las olas lamen la orilla con la paciencia de quien ha aprendido a esperar, y el aire salado aún conserva el calor del día, abrazando la piel como un recuerdo que no quiere irse.


El cuerpo, tendido entre la arena y la espuma, como si buscara fundirse con la misma playa, atrapando momentos intensos ya vividos.


Es un gesto de entrega a la naturaleza, a la existencia del cuerpo. Hay algo sagrado en esa postura: la osadía del que se atreve a sentirlo todo.


A su alrededor, el murmullo del mar y la soledad de la tierra. Para él, el tiempo se ha detenido. En ese momento es sólo piel, sal, luz y el aroma de otro cuerpo en su piel entregada. 


El sol se rinde lentamente al horizonte.



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jueves, 18 de septiembre de 2025

EL CUERPO EXPUESTO




El cuerpo desnudo, inmóvil, no es aquí un objeto erótico sino un objeto artístico. La luz neutra dibuja con crudeza su anatomía, sin adornos ni disfraces. Frente al espectador, se despliega no la figura de un individuo, sino la idea de la exposición absoluta: sin ropa, sin relato, sin artificios. Sólo piel y presencia.


Frente a él, una sombra observa. La presencia del espectador es tan importante como la del cuerpo exhibido. Entre ambos se crea un espacio cargado de tensión: la mirada que examina y el cuerpo que soporta ser mirado. Esa relación revela vulnerabilidad en ambos lados: en quien se muestra y en quien, al mirar, se expone también.


La escena cuestiona la frontera entre el arte y la vida, entre lo privado y lo público, entre el pudor y la exhibición. ¿Quién está realmente expuesto? ¿El hombre que se muestra o el espectador que, en su mirar, se delata?


La performance se convierte así en un espejo filosófico: mirar un cuerpo desnudo es enfrentarse a la fragilidad y al poder de la propia mirada. En esa tensión late la pregunta por nuestra relación con los otros, con nosotros mismos y con las imágenes que construimos de ambos.


Más que un cuerpo, el hombre es un espejo que devuelve al espectador su propia condición de observador. Nos recuerda que todos somos, en algún momento, la sombra que mira y, en otro, el cuerpo que se expone.


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miércoles, 17 de septiembre de 2025

DOS MANOS, UNA HISTORIA


Bajo la tenue luz del amor, sobre la sábana blanca, dos manos se buscan y se encuentran. No hay palabras, solo dedos que se entrelazan como raíces, nudillos que se aprietan con la fuerza de un secreto compartido. En ese gesto, vive el pulso de dos vidas latiendo al mismo ritmo.


A su alrededor el mundo deja de existir, pero esas manos permanecen firmes. Son la unión entre dos cuerpos, un lenguaje silencioso que habla de complicidad, de apoyo, de una presencia que sostiene y es sostenida. Allí, en ese contacto, se va escribiendo una historia entera sin pronunciar una sola palabra.




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lunes, 15 de septiembre de 2025

DOS AÑOS DESPUÉS


Tras más de dos años de encuentros, correos y conversaciones telefónicas, un amigo viajero me insiste en que cuente su historia, en que ponga en palabras cómo han cambiado las cosas para él.


Está casado con la mujer que quiere y es padre de dos hijos maravillosos. Vive en el interior del país y trabaja como gerente de una empresa que exporta la mayor parte de su producción. Ese trabajo le obliga a viajar con frecuencia, a recorrer aeropuertos, hoteles y ciudades que apenas conoce por las ventanillas de los taxis. En ese ir y venir también empezó a frecuentar locales de ambiente gay, aunque según cuenta, solo como espectador.

Durante mucho tiempo, esas noches en hoteles eran solo eso: silencios, trabajo y televisión encendida para no sentirse solo. Pero poco a poco comenzó a rondarle una inquietud que no podía ignorar: se sentía atraído por los hombres. No era algo nuevo, pero en la rutina familiar había logrado esconderlo bajo capas de obligaciones y rutinas. Lejos de casa, en ese espacio suspendido que son los viajes, su propia verdad comenzó a pedir salir.

Al principio fue sobre todo confusión, aunque nunca llegó a sentir miedo. Entraba en locales de ambiente gay o en saunas sin atreverse a nada; miraba, escuchaba, sentía la contradicción de sus deseos. Se preguntaba qué le estaba pasando, si era solo una fase en su vida. Buscaba respuestas en internet hasta que un día encontró este blog y se vio reflejado en los distintos posts. No era solo morboso ni sensacionalista: hablaba con calma y respeto de sentimientos y experiencias. Se sintió comprendido y, sin pensarlo mucho, escribió un correo contando sus vivencias. Así empezó una relación de amistad y confidencialidad que permanece hasta hoy.

Un día me dijo que iba a pasar por Valencia, que le gustaría conocerme. Quedamos una calurosa tarde de julio en una terraza del centro. Tomamos una cerveza fría y hablamos de aceptación, de la necesidad de experimentar para aclarar sentimientos, de nuestra bisexualidad y de tantas cosas que nos inquietaban a los dos. Por primera vez sintió que no estaba solo en nuestra dualidad de hombres casados. Nos despedimos con un abrazo, con la sensación de que volveríamos a vernos.



Dos meses más tarde me dijo que su trabajo le traía de nuevo a Valencia. Desayunamos juntos, paseamos por el centro y le animé a ir a la playa nudista para romper tabúes. “Nunca he hecho algo así”, confesó, con el corazón acelerado. Pero aquel día, impulsado por la confianza, aceptó.

Al llegar, el viento olía a sal y a libertad. Se quitó el bañador lentamente, con vergüenza. Le temblaban las manos y miraba de soslayo. Sin embargo, al sentir el sol y el agua en su piel sin barreras, algo dentro de él se aflojó. Sonrió con la cabeza alta. Me dijo que era la primera vez en mucho tiempo que se sentía en paz consigo mismo.

Pasamos un día maravilloso y bien entrada la tarde nos despedimos con otro abrazo. No hubo nada más, aunque ambos sabíamos que había tensión y sentimientos en juego.

Aquella experiencia le marcó tanto que al día siguiente, antes de volver a su ciudad, volvió solo a la playa, sintiéndose libre de mirar y ser mirado.

Al regresar a casa se permitió experimentar sentimientos y reconocerlos sin vergüenza. Sin prisas, con tiempo, hasta que conoció a otro hombre casado con el que mantiene una relación estable y abierta, lo que le ha permitido conocer a otros hombres y entenderse mejor. Sigue queriendo a su familia, cuidando su matrimonio, pero también cuidándose a sí mismo.

No ha sido un camino fácil. Hemos aprendido -él y yo- que la identidad no es un punto fijo, sino un trayecto; que se puede querer y ser honesto a la vez; que los miedos, si se enfrentan con respeto, se transforman en libertad interior.

La semana pasada comentamos como ha cambiado su vida en estos dos años desde aquel primer correo y, como al mirar atrás, ve un camino lleno de dudas, aprendizajes y valentía. 

Dice que ha dejado de sentir vergüenza por lo que es, que sigue aprendiendo. No tiene todas las respuestas ni sabe que le deparará el futuro. Pero sabe algo importante: ya no vive escondido en sus sentimientos.



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domingo, 14 de septiembre de 2025

MI VIAJE INTERIOR HACIA LA ACEPTACIÓN

 

Cuando empecé este blog no tenía claro hasta dónde llegaría ni si alguien querría leerme. Lo único que sabía es que necesitaba poner en palabras un sentimiento que se había despertado dentro de mí: mi bisexualidad.


Me enamoré, me casé… y veinte años más tarde, en una playa nudista, descubrí sensaciones nuevas cuando otro hombre me tocó. Durante más de tres años pensé que se trataba de una fase transitoria, de confusión, o que simplemente debía ignorarlo. Internet me dio mucha información, pero también estuvo a punto de acabar conmigo y con mi matrimonio. Cada vez que intentaba alejarme de esas inquietudes recién descubiertas, esa parte de mí volvía con más fuerza. Era como llevar dos vidas en una sola piel: la que se ve y la que se calla.


Aceptar mi bisexualidad no fue un momento concreto, sino un proceso lento en el que me ayudaron este blog y un perfil en Facebook. Con vuestros mensajes y largas charlas, poco a poco dejé de sentirme solo y empecé a normalizar mi vida. Ya no me veía como un vicioso, sino como un hombre con sentimientos diversos. Ya no sentía que tuviera que elegir entre ser fiel a mi matrimonio y ser fiel a mí mismo.


No ha sido fácil. Aún hay días de dudas y miedo, como ayer, y otros de alivio y gratitud. Pero cada paso que doy hacia la honestidad conmigo mismo me hace sentir más ligero. Sigo aprendiendo, sigo construyendo mi vida, pero ya no desde la vergüenza, sino desde la aceptación.


Muchos de vosotros estáis pasando o habéis pasado por algo parecido; si lees estas palabras, recuerda que no estás solo. No hay un camino único ni una receta mágica. Cada historia es distinta. Pero compartir lo que sentimos puede ser un primer paso hacia la libertad interior.


Gracias por viajar conmigo. Me encantaría conocer tu experiencia o tus dudas. Puedes dejarme un mensaje más abajo o escribirme en privado. Entre todos podemos hacer que este camino sea menos solitario.




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sábado, 13 de septiembre de 2025

VISIBILIZACIÓN SILENCIOSA


El artículo del que os hablaba ayer me ha llevado a reflexionar sobre la visibilización actual de un hombre casado. Si no recuerdo mal, ya hemos hablado en otras ocasiones de ello con otros términos, pero la expresión “visibilización silenciosa” me ha tocado especialmente.


En una sociedad heteronormativa, sin duda muchos creerán que se trata de una estrategia para encubrir lo que se entiende como un vicio. En cambio, yo lo siento como un modo de sostenerme a mí mismo: reconocer en privado lo que el mundo me niega mayoritariamente en público, y darle espacio a mi verdad sin que necesariamente todos la vean.


No voy a negar que emocionalmente se sufre. Por un lado, está el amor real hacia la pareja, la familia, la vida construida. Por otro, la necesidad de no borrar una parte de uno mismo: la atracción y sensibilidad hacia más de un género. No es un conflicto simple, por lo que es trascendental aprender a convivir con todas las identidades.


Ayuda encontrar lugares como este o algunas redes sociales donde poder hablar con libertad, confiar en el otro y sentir un espacio seguro para ser. A mí me ha ayudado mucho hablar sobre la culpa de sentir que se oculta algo, sobre el miedo al juicio o a la pérdida, pero también sobre el orgullo silencioso de seguir sosteniendo la propia identidad sin renunciar a ella.


Todas las mañanas me digo: Existo tal cual soy, incluso si el mundo no lo ve. Es un camino de reconciliación interna, de integrar todas las partes de nuestra historia. Es mi visibilización silenciosa.





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miércoles, 10 de septiembre de 2025

REINTERPRETANDO GRANDES FIGURAS DEL PASADO


Acabo de leer un interesante artículo de César Wonenburger, Homosexuales Cervantes, Shakespeare y hasta el hijo del gallego Ramón Estévez. Comienza muy duro, hablando de la represión de los homosexuales en países africanos. También dice que en nuestro país en ciertas profesiones: “si no eres homosexual, ya casi puedes ir preparándote aquel hatillo con el que el personaje de Charlot solía partir, al final de sus aventuras cinematográficas, hacia insospechados parajes…”


El autor habla de que una dura pugna cultural parece librarse hoy por ver qué autor o artista se descubre como desconocido homosexual. Esta observación refleja un fenómeno de nuestro tiempo: la necesidad de reinterpretar a las grandes figuras del pasado desde claves de diversidad y de visibilización de lo que antes se silenciaba.


Por lo visto, en la película que Alejandro Amenábar ha dirigido sobre Cervantes, El cautivo,  hay un encuentro homoerótico entre el escritor y otro hombre. Todo indica que esta escena no tiene respaldo documental, pero funciona como recurso dramático y simbólico. Amenábar propone una mirada contemporánea sobre Cervantes, del mismo modo que otros estudiosos han revisado los sonetos de Shakespeare para plantear posibles afectos homoeróticos. Más que certezas históricas, estas lecturas y recreaciones muestran cómo la cultura actual utiliza el arte y la biografía para abrir debates sobre identidad, deseo y poder.


Miguel de Cervantes en un grabado del siglo XIX


Así, tanto en la crítica como en el cine, Cervantes y Shakespeare se convierten en espejos donde se proyectan las inquietudes del presente: no solo la genialidad literaria, sino también la diversidad afectiva que, de un modo u otro, siempre ha formado parte de la experiencia humana.


Habrá que ir a ver la película a partir de este viernes, indudablemente no por esta escena, sino por la magia que impregna el director a sus films, por su capacidad para convertir episodios del pasado en relatos vivos y sugerentes, aunque rechazo que se inventen sentimientos de hombres del pasado para justificar los sentimientos de hombres del presente.



El artículo sigue adentrándose en las relaciones de personajes y actores contemporáneos de forma seductora. César, el autor, me ha hecho reflexionar descubriéndome una realidad oculta.



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lunes, 8 de septiembre de 2025

LIBERTAD BAJO EL SOL


Estos días he disfrutado de unos días de vacaciones en unas espectaculares playas de un conocido parque natural de España.


El entorno es un auténtico paraíso: aguas cristalinas, acantilados que parecen proteger la intimidad del visitante y senderos que invitan a perderse en la naturaleza. Allí conviven playas textiles con otras nudistas, y como era de esperar, pasé gran parte del tiempo disfrutando del mar y del sol completamente desnudo. Nadé, caminé por la orilla, descansé en la arena y hasta me animé a practicar senderismo nudista para llegar a unas calas escondidas que parecían secretas.




Desde el primer momento sentí la intensidad de esa libertad. Disfruté tanto de mi desnudez como de la de los demás, dejándome llevar por ese juego silencioso de observar y ser observado. Sí, me descubrí mirando cuerpos de hombre y de mujer, y también noté cómo otros ojos se posaban sobre mí, en un juego de miradas que oscilaba entre la picardía y el morbo natural de la situación


Recuerdo a un tipo con un cuerpo imponente, rapado, de apariencia hetero. Cada vez que pasaba junto a mí silbaba, mientras me lanzaba una mirada de reojo cargada de insinuación. Notaba su provocación, esa forma de ponerme a prueba como si quisiera ver hasta dónde me atrevería a responder.


Una chica joven, de silueta perfecta, recogió del agua una pluma de gaviota justo antes de llegar a mi altura. Se la colocó en el pelo con un gesto coqueto y, mirándome, estalló en una risa luminosa que parecía invitarme a algo más.


También estaba aquel treintañero guapo, con un cuerpo demasiado atractivo como para pasarlo por alto. Me observaba desde lejos mientras caminaba por la orilla. Al llegar frente a mí, se detuvo, entró unos pasos al mar y, girando lentamente la cabeza, me clavó la mirada. Su gesto tenía tanto de desafío como de deseo. Yo me mantuve impasible, y él, tras unos segundos de tensión cargados de magnetismo, retomó su paseo como si nada hubiera pasado.


Lo curioso es que todo esto ocurría mientras estaba con mi mujer, lo que convertía la experiencia en un juego aún más intenso, una mezcla de placer, voyeurismo y provocación que me recorría por dentro.


Y hubo más. Muchos más momentos en los que sentía cómo los ojos se paseaban por mi cuerpo desnudo, algunos con descarada provocación. Hombres que, al cruzarse conmigo en mis paseos por la orilla de la playa, se acariciaban con descaro el sexo, como si quisieran ofrecerme una invitación silenciosa. A veces me dejaba llevar, disfrutando de la excitación de esas escenas; otras me mantenía distante, solo alimentándome del morbo de la situación.




Pero lo más poderoso de todo fue la sensación de libertad: caminar desnudo, dejar que el sol acariciara cada rincón de mi piel, sentir la brisa marina, el agua y la arena sin barreras, meditar en lo alto de un escarpado… todo ello me permitió reflexionar, relajarme y reconectar conmigo mismo y con el paisaje. En realidad, fue una integración absoluta con la naturaleza, una experiencia de desnudez no solo física, sino también mental.


Maravilloso verano del 25.


PLACER SOLITARIO

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