De nuevo solo. De nuevo vienen las contradicciones. De nuevo me siento desguarnecido.
Esta tarde, desde la soledad del sofá, mi cabeza se va y vuelve en encierros. Pesa la soledad. Quería estar solo, deseaba estar solo, y cuando lo estoy y al pasar de las horas necesito encontrarme con alguien que me haga sentir vivo. Demasiadas veces me sucede. Tengo que leer entre líneas para aprender su significado.
Soy consciente que en unas horas puede difuminarse esta sensación de soledad, de dolor, transformándose en fuerza, actitud y ganas. En agradecimiento a esta soledad encontrada.
Igual puede ser la primavera. Este sol que inunda de belleza el campo y de magia el espíritu, el que nos da alegría de vivir, el que me invita a salir del letargo pese a la falta de fuerzas.
Puede que sea el recuerdo del magnífico día que disfrute ayer paseando por Valencia, comiendo paella, comprando vino de Rueda, tomando un café en el Mercado de Colón o deleitándome en las antigüedades allí expuestas.
Puede que sea esta hora robada al descanso, pero abierta a la luz de la tarde. Una intensidad que no encaja en las horas de ayer, las que extraño y aún no encajan.
¡Si! Puede que sea eso, que ayer eran las siete y ahora son las seis de la tarde. Voy por tanto a levantar las persianas para que las ganas de vivir me llenen, voy a empezar donde estoy, voy a volar con lo que tengo para ganar mi esencia.
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