Ayer estuve en el Conde Duque en Madrid, un espacio cultural al que me gusta acercarme por sus espacios y contenidos. El que fuera Real Cuartel de Guardias de Corps desde 1717 ha experimentado una transformación total a partir de 2005. Hace años gustaba de sumergirme en sus archivos y bibliotecas buscando desde el pasado respuestas al presente. Ahora disfruto de sus exposiciones, como la que vi ayer del Museo de Arte Contemporáneo de Madrid.
Escultura, pintura, fotografía de
las vanguardias me trasladaban a un mundo onírico, donde los ojos saludaban las
obras expuestas recreándose en lo temporal para adentrarse en el alma del
artista. Me detuve delante de un cuadro que me sedujo por su composición. Eran
como distintos cuadros en uno solo, como secuencias de una vida. Al acercarme a
leer el cartel que lo señalaba me quede sobrecogido. El autor lo había llamado El
viajero inmóvil I, con lo cual en algún lugar había más cuadros con el
mismo titulo. Fue pintado en el año 1986 por Mariano Carrera Blázquez, conocido
como Dis Berlín. Me sedujo tanto la obra que busque en internet las siguientes
secuencias. Las encontré, pero no me sobrecogieron como el primero de los
cuadros.
El viajero inmóvil I. Dis Berlin (Mariano Carrera) Óleo
sobre lienzo 1,95cm x 1,95cm. 1986. Museo de Arte Contemporáneo de
Madrid.
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Supongo que os preguntareis
porque me impresionó la pintura. Simplemente porque me vi reflejado en ella. Un
viajero que viaja desde su silla. Mirando, caí en la cuenta que soy un viajero
inmóvil de este viaje que emprendí un día en una crecida playa. Un viajero que
sueña, fantasea o se ilusiona con viajar a la piel de un hombre, a sus
dibujadas sombras, a sus amados significados, pero que teme ese viaje por si
descubre un paisaje tan hermoso y vivo que le abstraiga de todo lo que le
rodea, en especial de la mujer amada.
Un viajero inmóvil que vive en
silencio sus ganas, sus avideces, sus apetitos, consiguiendo que sus
inquietudes sean olvido. Un viajero que vive sus anhelos desde la pantalla de
un ordenador, o como dirían nuestros amigos americanos, desde su computadora,
sentado sobre una maleta donde guarda sus recuerdos, entregas e ilusiones para
que no puedan escapar nunca. Cree estar así seguro de que todo va a quemarse en
el brillo de sus ojos, que nunca van a llegar a instalarse en su cerebro. Por
el momento controla su vida para que discurra junto a la persona más querida.
Se dice a si mismo que para el es el día, no la sombra. Vive el Amor tocado por
la alegría, feliz, embargado por la sonrisa, gozando de cada momento. No
obstante sabe que lo que haya de ser será, aún no queriendo nunca romper la
dulzura que le envuelve.
¡Sí!, soy un viajero inmóvil que no camina para que su viaje no le aparte de su deseada vida. Aunque algunas veces duda y da un par de pasos que desanda al instante para sumergirlos en la luz del olvido.
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Las fotografías proceden de Internet, y no se cita al autor
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