Esta tarde me he acercado hasta mi amigo el mar para contarle que me siento feliz. Fueron dulces los momentos, deliciosas las miradas y gratas las caricias que traían su saludo con aroma de agua salada.
Caminé por la arena mojada, que ya andaba despidiéndose del sol apelmazada por el fresco de la tarde. El sabe que fui a verle con alegría en el cuerpo y caliente el ánimo. Le dije que me sentía afortunado de ser amado y de amar con el corazón palpitado.
Hablamos de abrazos, de besos, de manos entrelazadas, de cuerpos conexionados, de pasión en los roces y deseos entregados.
Hablamos hasta que el sol se oculto tras las dunas y la tarde se escapaba inapacible y lánguida. De vuelta al coche oriente mis ojos a su cara y le sonreí a la vida.
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