Mudas intenciones

Ni este frio inusual en otoño hiela el deseo, ni las ganas de tenerte. Solo es oblicuo el viento que mece mi sentir entre las ramas desnudas de los árboles.

Camino por el jardín con las palmas de las manos abiertas, acariciando el aire que siento como tu piel entre mis dedos. He aprendido a estar sin estar, a sentir sin sentir, a abrazar sin abrazar, a solo percibir ese hilo rojo que nos une fuerte en amor, como en la leyenda de los amantes japoneses. 

Cae la noche y callo en silencios para que me lleguen tus cumbres de colores, tu figura caliente, tu abierta sonrisa, tu mano que es puro paisaje. Dicen que la palabra es el silencio de los otros, el mío permanece también mudo en intenciones que son ardientes labios y excitadas miradas. 

Nuestras almas yacen enredadas sobre la cama que viste de blancos sueños.

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