jueves, 16 de junio de 2016

Cosquillas bajo las sábanas





Jugar en la cama desatando los dedos por la piel, abre risas bajo las sábanas, desabrochando la complicidad entre ambos. Ese contacto al que instintivamente taponamos con nuestras manos como una defensa es de lo más morboso que encuentro entre dos personas. Pero eso si, sin abusar, que podemos pasar de la risa a la lágrima en unos segundos.

Son risotadas de placer, en los que las miradas se tornan alegres, retozonas, pícaras, partícipes. En las que los dedos se mueven como llevados por una deliciosa seda que estremece en carcajadas. Es tan arrebatador como un rural festín, como volar a lomos de nubes de algodón.

Rozando van los dedillos por la piel de la barriga. Hasta correr como un antojo que nos desamarra de tabúes y viejos prejuicios. Apetecidas esas risas. ¡Soñadas!. ¡Cercadas!. ¡Tremolosas! Aquellas que abren las bocas en alegres sonidos para unirlas colmando el momento en besos que sonríen a la vida. Porque cuando los dedos se detienen, es tanto el deseo que impregna el espacio que los labios corren a unirse en delicias.


Me encanta reír bajo las sábanas, y hacer reír en la cama. Aunque reconozco que pocas veces lo he conseguido, quizás porque esa complicidad tan anhelada en realidad era insensible, sin gracia. ¡Vamos!, que no existía.


Bajo las sábanas. Sin ellas. De pie. Caminando. Echado, reposado o en conversación. Estés como estés, no dejes nunca de reír, es la mejor de tus medicinas.







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2 comentarios:

  1. Una de las tantas sensaciones que acompañadas de sentimiento, no ncesariamente romance, complicidad y empatía resultan maravillosas, acercan a los seres y fabrican recuerdos perennes. Tu maestrìa para describir situaciones es inigualable.

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    1. Gracias por tus palabras José Aureliano, ya quisiera ser maestro en algo. De momento mero aprendiz de la vida, de sus sensaciones y sus dominios.

      En este mundo que nos ha tocado vivir sin complicidad todo es más monótono y más rápido. Resultando como un desahogo, como si tomamos una tila con la que calmar los nervios que se desatan en nuestra conciencia.

      Lo veo como ir a un supermercado y llenar la cesta de la compra de lo que sea, de lo primero que vemos, prescindiendo del placer de seleccionar los ingredientes con los que cocinar ese plato que nos deleitará con gusto. Es decir, se pierde ese gusto por saborear la situación, el momento, las cosas. Por el disfrute sin prisas, sin vacío.

      ¡Viva la complicidad, amigo!. Es la salsa de nuestra vida. Un abrazo.

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