martes, 28 de enero de 2014

En el autobús















Hoy he tenido que tomar el autobús. No suelo hacerlo porque me muevo por la ciudad con el coche, pero creo que tendré que hacerlo más a menudo.

Serían cerca de las dos del mediodía cuando he levantado el brazo para parar el autobús urbano. No había mucha gente. Hubiese podido sentarme en cualquier asiento de la parte delantera, pero mis pasos me han conducido hasta la fila de asientos últimos, esos en los que hay cinco seguidos. Una señora leía un libro justo en el asiento del centro. La he rebasado para sentarme pegado a la ventanilla. Delante de mí dos asientos vacíos, enfrentados a otros dos que viajan de espaldas. Uno de esos asientos, precisamente el que estaba en línea conmigo se veía ocupado por un chico que aún no habrá cumplido los treinta.  Lleva barba de varios días, unas gafas que le daban un toque interesante y viste traje chaqueta al que superpone un abrigo con el clásico maletín de trabajo.

He sacado un libro de la cartera de mano para sumergirme en sus páginas. En la parada siguiente sube un matrimonio de cierta edad que se sientan en los asientos enfrentados. El hombre al lado del chico, y la mujer frente a su marido. De vez en cuando levantaba la vista de mi libro y mis ojos lo primero que veían era al chico. Parecía mirarme y al sentirse pillado desviaba la mirada hacía la ventanilla. No le di más importancia.

Al llegar a la avenida en la que me tenía que apear, cerré el libro para no despistarme y pasarme de parada. En esas que se levanta el matrimonio para dirigirse a la puerta de salida. Al arrancar el autobús, el chico se cambia de asiento, sentándose en el asiento que estaba delante de mí al lado del pasillo. Veo que saca su móvil. Lo ladea un poco hacía mí. Comienza a teclear y una vez escrito lo mantiene firme durante un rato. Era como si quisiera que yo lo leyera. Resultaba increíble, pero como uno ya está muy al tanto de miraditas y señales. ¡Pues sí!, no lo he podido evitar.

Ya veis. Lo he leído, y ahora seréis vosotros los que no es os podéis ni imaginar lo que ha escrito: Hola, me gustaría conocerte.

Ya veo que os habéis quedado con la misma cara que se me ha puesto a mí, jajajajaja, vamos, de incredulidad total. En ese momento el autobús se ha detenido en mi parada y de un brinco he salido por piernas. No es porque el chico estuviese mal, al contrario, es muy guapete. Me estaba esperando mi mujer en esa misma parada para ir a comer.

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Las fotografías proceden de Internet, y no se cita al autor por no indicarse en el lugar de origen su autoría y procedencia. En caso de incumplimiento involuntario de algún derecho se retirará inmediatamente

6 comentarios:

  1. ¡Ligando en el bus! ¡Toma ya! ;)

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  2. Lo bueno que tiene la vida real es que a veces supera a la ficción y te encuentras con situaciones como esta que...no sé, te dan un subidón y una sonrisa aunque se hayan quedado solamente en eso, ¿no?
    A mi me gusta más ir andando a todas partes pero voy a tener que replantearme estas preferencias ;)
    Un abrazo.

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    1. Totalmente de acurdo. ¡ah! caminando también se dan circunstancias de lo más increíbles, y en una tienda, y en..... ya os iré contando alguna que otra experiencia que he tenido. Hasta yo mismo me sorprendo.

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  3. Germaaaán, que se te escapan las oportunidades!! jejeje... qué envidia. Estas historias te dan vidilla. Haberle dicho tu mail "secreto" y por ahí ya le hubieras conocido con más calma. Un jovencito de buen ver no se puede dejar escapar así como así. Caray, buena idea esa del móvil... tomaremos nota.

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  4. Germánnnnnn, ligando tuuuuu???? Y en el autobús? Ahora que con tu porte, quien no se fija contigo?

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Gracias por compartir este viaje

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