Desnudo frente al mar, me preparé para limpiar mi todo de aquello que me hace daño. Se hacía preciso alinear cuerpo y alma en mi autentico yo. Respiraciones lentas primero, seguidas de otras aceleradas por la boca iban calmando mis desasosegadas ansias.
El sol calentaba el aire agrandando cálidas sensaciones sobre la piel. En contraste, mis pies advertían que el agua estaba fría, desgarradora e hiriente. Con todo, no lo dude, me sumergí con ganas entre sus olas, helando cada poro de mi piel, baldeando mi interior hasta que lo ruin y despreciable me abandonó.
Secándome sobre la arena, saboree el momento, disfrutando de una sensación insuperable, descubriendo lo que quiero hacer y no hacer.
Mi rostro dibujó una sonrisa que me llenó de luz.
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