lunes, 26 de septiembre de 2022

TRES HOMBRES DESNUDOS Y UN PESCADOR


Sabéis que tengo debilidad por el mar, y más en estos meses en los que la playa se vuelve más solitaria y su presencia se sienta más cercana. La semana pasada aproveché un día de sol entre días preñados de intensa lluvia para acercarme hasta su orilla.

Me sorprendió encontrarme en toda la playa a unos pocos nudistas. Si no recuerdo mal habría unos cinco en una playa tan extensa que apenas se percibían unos de otros.



Ante tanta tranquilidad aproveche para quitarme la poca ropa que llevaba y caminar desnudo por la orilla. Es muy gratificante hacerlo mientras el agua acaricia los pies y te llenas de energía. Solo pasé por delante de un nudista. Apenas le miré, no me gusta hacerlo, es una forma de evitar confusiones.

Cuando este ya no era más que un punto en el horizonte, dejé la mochila sobre la arena para meditar en la posición del loto, es magnífico hacerlo con los mantras que entona el mar.

Un poco más allá, un pescador intenta capturar algún pez lanzando la caña al mar. No es nudista, o al menos viste un bañador oscuro.


Al cabo de un tiempo, veo que el nudista con el que me cruce se va acercando hasta donde estoy con el agua por las rodillas. Ya cerca, veo con extrañeza que lleva el bañador puesto. Es de mediana edad, vello en el pecho y rapado con barba, como me molan. Me rebasa, y como a unos diez metros se da la vuelta. Es entonces cuando se sube las perneras del bañador mostrando un poco más de su piel morena. Al llegar hasta mí, evito cruzar miradas zambulléndome en el agua. Un pez salta a mi derecha, sumergiéndose de nuevo en menos de un segundo. Me siento afortunado de vivir ese momento de tanta felicidad.



Un poco más tarde, el pescador pasa por delante con todos los enseres de pesca buscando un mejor sitio donde pescar. Se instala unos metros más allá. Parece que no hay suerte, con lo que avanza más metros en busca de un buen lugar. No entiendo como no pican, cuando los he visto pasar por delante de mí cuando estaba en el agua.


Pasado un tiempo decido marcharme paseando de nuevo por la orilla de la playa. Voy acercándome donde esta el nudista rapado. El pescador se ha instalado muy cerca de él, y es entonces cuando un hombre desnudo se acerca por la orilla, me pregunto de donde habrá salido tan de repente. Es alto, atractivo, cuidado. Se para delante de él y abre y cierra la piel de su capullo. Al no obtener respuesta favorable a sus declaraciones sexuales sigue su camino y hace lo mismo cuando se cruza conmigo. Esta vez le miro sin más, con curiosidad, pero sin ningún signo de aceptación. Da la impresión que el nudista rapado espera a que pase yo por su sitio.

Allí está de pie, con los brazos en la cadera, apetecible, no puedo evitar mirarle. Cruzamos miradas y se toca la polla un tanto morcillona. No sé aún porqué, pero me quedo mirándole el pene sin parar de caminar. Su invitación ha quedado clara. El me mira escrutando mis intenciones, en unos segundos es sabedor de que no hay intención alguna por mi parte. No es extraño que haya miradas y señales, como veis no suelo contarlas, pero esta vez se dio todo en apenas unos metros, lo que me pareció un tanto hilarante por la cercanía del pescador.

En la mañana, el pescador sigue sin pescar. Me doy la vuelta y veo al primer hombre caminar en la lejanía y al segundo mirando hacia mí. Mal día para la pesca. Ningún pez ha picado el anzuelo, aunque la carnaza fuese de lo más apetecible.
 

2 comentarios:

Gracias por compartir este viaje

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