Me encanta
sentarme desnudo frente al mar, seducido por sus penetrantes azules. El azul
claro de sus ojos, el profundo de su alma, el turquesa que acarician sus dedos,
o el incoloro de su piel, que en realidad son millones de azules transparentes
como lo son mis sentimientos.
Sentarme como
el, sentirme como el, desnudo de tiempo y alma, con la piel brillante por la
luz del sol, compartiendo nuestra historia de respuestas y contestaciones que
aligeran cargas y dan paz al espíritu.
El mar. Mi
mar. Mi amigo. Bravo, fuerte, sensual, seductor, afectuoso como un amante que
se entrega sin esperar nada a cambio. Siempre a mi lado, aunque le mire desde
lejos, a través de montañas, valles y senderos. Mi mar. El mar que me
hace un hombre transformado en libertad.
Hace tiempo
que no voy a verle solo. El verano es tiempo de compañía y se hace difícil encontrar
un momento de soledad. Quizás mañana lo haga para hablarle de mis sensaciones,
de que al fin se quien soy.
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