Estos días de extremo sol, cuerpos
desnudos y regueros de gotas en la piel, he recordado con ganas un poema de uno
de los más grandes poetas franceses, Jean Nicolás Arthur Rimbaud. El poema lleva
por titulo Sol y Carne, solo te puedo recomendar que lo leas despacio, porque
no encierra solo lo que aparentan sus palabras. Más de cien años después de
escrito podría concebirse en estos momentos en los que el hombre aún no
encuentra respuestas a su vida.
Rimbaud murió a los 37 años,
dejando una obra que no solo ha calado en muchos grandes poetas y escritores,
también en la música y el arte. Fue pionero del simbolismo moderno. En el plano
personal sus vivencias nos muestran a un hombre bisexual con un intenso viaje
no exento de salvajes y provocadores momentos, que de seguro a más de uno os
resultan un tanto familiares. Su relación con el poeta Paul Verlaine, sus
viajes a pie por Europa, o por Chipre, Indonesia o Yemen, sus amantes
abisinias, sus sorprendentes dedicaciones laborales…. En su biografía se dice que para él, el poeta
debía hacerse «vidente» por medio de un «largo, inmenso y racional desarreglo
de todos los sentidos». Al parecer lo
logró.
Os dejo con su precioso poema Sol
y Carne. Espero que os guste como a mi me apasiona. Rimbaud grande entre los
grandes.
Jean Nicolás Arthur Rimbaud
I
El sol, hogar de vida radiante de
ternura,
vierte su ardiente amor sobre el
mundo extasiado;
y cuando nos tumbamos en el
valle, sentimos
que la tierra es doncella
rebosante de sangre;
que su inmenso regazo, henchido
por un alma,
es de amor, como Dios, de carne,
como una hembra
y que encierra, preñada de savias
y de luces,
el hervidero inmenso de todos los
embriones.
Todo crece, pujante.
¡Oh Venus,
oh diosa!
Añoro aquellos días, cuando el
mundo era joven,
con sátiros lascivos, con
silváticos faunos,
con dioses que mordían, en amor,
la enramada,
besando entre ninfeas a la Ninfa
dorada.
Añoro aquellos días, cuando la
savia cósmica,
el agua de los ríos y la sangre
rosada
de los árboles verdes, en las
venas de Pan
encerraba tremante un mundo, y
que la tierra,
bajo su pie de cabra, lozana
palpitaba;
cuando, al besar, suave, su labio
la siringa,
tocaba bajo el cielo el gran
himno de amor;
cuando en medio del campo, oía,
en tomo a él,
la respuesta, a su voz, de la
Naturaleza;
cuando el árbol callado que acuna
el son del ave,
y la tierra que acuna al hombre,
y el Océano
azul, inmensamente, y todo lo
creado,
animales y plantas, amaba, amaba
en Dios.
Añoro aquellos días de Cibeles,
la grande,
que recorría, cuentan,
enormemente bella,
en su carro de bronce, ciudades
deslumbrantes:
sus senos derramaban, gemelos,
por doquier
el arroyo purísimo de la vida
infinita;
y el hombre succionaba, dichoso,
la ubre santa,
como un niño pequeño que juega en
su regazo.
-Y el Hombre, por ser fuerte, era
casto y afable.
Por desgracia, ahora dice: ya sé
todas las cosas;
y va, avanzando a ciegas, sin
oír, sin mirar.
-¡Así pues, ya no hay dioses! ¡Ya
sólo el Hombre es Rey,
sólo él Dios! ¡Pero Amor es la
única Fe ...!
¡Si el hombre aún bebiera de tus
ubres, Cibeles,
gran madre de los dioses y de
todos los hombres,
si no hubiera olvidado la
inmortal Astarté,
que antaño, al emerger en el
fulgor inmenso
del mar, cáliz de carne que la
ola perfuma,
mostró su ombligo rosa, donde la
espuma nieva,
e hizo cantar, Diosa de ojos
negros triunfales,
el roncal en el bosque y en el
pecho el amor!
II
¡Creo en ti, creo en ti!
Divinidad materna,
¡Afrodita marina! -Pues, el
camino es áspero
desde que el otro Dios nos unció
a su cruz;
¡Came, Flor, Mármol, Venus, es en
ti en quien creo!
-El Hombre es triste y feo,
triste bajo los cielos;
y ahora anda vestido, ahora que
no es casto,
pues ensució su busto orgulloso
de dios
y se ha ido encogiendo, cual
ídolo en la hoguera,
al dar su cuerpo olímpico a
sucias servidumbres;
incluso, tras la muerte, quiere
vivir, burlando
con pálido esqueleto su belleza
primera.
-Y el ídolo al que diste tanta
virginidad,
alzando a lo divino nuestra
arcilla, la Hembra,
con vistas a que el Hombre
alumbrara su alma,
subiendo lentamente, en un amor
inmenso,
de la cárcel terrestre al día, en
su belleza,
la Hembra, ¡ya ni sabe ser simple
cortesana!
-¡Qué broma tan pesada! ¡y el
mundo ríe estúpido
al oírte nombrar, dulce, sacra y
gran Venus!
III
¡Si el tiempo retomara, el tiempo
que ya fue...!
-¡El Hombre está acabado, se
acabó su teatro!
Y un día, a plena luz, harto de
romper ídolos,
libre renacerá, libre de tantos
dioses,
buceando en los cielos, pues
pertenece al cielo.
¡El Ideal, eterno pensamiento invencible,
ese dios que se agita en la camal
arcilla,
subirá, subirá, y arderá en su
cabeza!
Y, cuando lo sorprendas mirando
el horizonte,
libre de viejos yugos que
desprecia sin miedos,
vendrás a concederle la santa
Redención
-Espléndida, radiante, del seno
de los mares
nacerás, derramando por el vasto
Universo
el Amor infinito en su infinita
risa:
el Mundo vibrará como una lira
inmensa
en el temblor sin límites de un
beso repetido.
-El Mundo está sediento de Amor:
aplácalo.
.....................................................................
[¡Libre, el hombre levanta,
altiva, su cabeza!
¡Y, raudo, el rayo prístino de la
primer belleza
da vida al dios que late en el
altar de carne!
Dichoso en su presente, pálido en
su recuerdo,
el hombre quiere ahondar, -y
saber. ¡La Razón,
tanto tiempo oprimida en sus
maquinaciones,
salta de su cerebro! -¡Ella sabrá
el Porqué!...
¡Que brinque libre y ágil: y el
Hombre tendrá Fe!
¿Por qué es mudo el azur e
insondable el espacio?
¿Por qué los astros de oro que
hierven como arena?
Si subiéramos más y más, allá
arriba ¿qué habría?
¿Existe algún Pastor de este
inmenso ganado
de mundos trashumantes por el
horrible espacio?
Y estos mundos que el éter abraza
inmensamente
¿vibran, acaso, al son de una
llamada eterna?
-¿El Hombre puede ver? ¿y decir:
creo, creo?
¿La voz del pensamiento va más
allá del sueño?
Si en el nacer es raudo, si su
vida es tan corta
¿de dónde viene el Hombre? ¿se
abisma en el Océano
profundo de los gérmenes, los
Fetos, los Embriones,
en el Crisol sin fondo del que la
Madre cósmica
lo resucitará, criatura que vive,
para amar en la rosa y crecer en
los trigos?...
¡No podemos saberlo! -¡Estamos
agobiados
por un oscuro manto de ignorancia
y quimeras!
¡Farsas de hombre, caídos de las
vulvas maternas,
nuestra razón, tan pálida, nos
vela el infinito!
¡Si queremos mirar, la Duda nos
castiga!
La duda, triste pájaro, nos hiere
con sus alas!...
-¡Y en una huida eterna huyen los
horizontes!
.....................................................................
¡Ancho se entreabre el cielo!
¡Los misterios han muerto
ante el Hombre, de pie, que se
cruza de brazos,
fuerte, en el esplendor de la
naturaleza!
Si canta... el bosque canta, y el
río rumorea
un cántico radiante que brota
hacia la luz!...
-¡Llegó la Redención! ¡Amor,
amor, Amor!...].
.....................................................................
IV
¡Oh esplendor de la came! ¡Ideal
esplendor!
¡Renadío de amores, amanecer
triunfal,
cuando, a sus pies tendidos los
Dioses y los Héroes,
Calipigia la blanca y el Eros
diminuto
rozarán, coronados por la nieve
de rosas,
la mujer y la flor que adorna su
pisada!
-Grandiosa Ariadna, que derramas
tu llanto
por las playas, al ver huir en
lejanía,
blanca en la luz solar, la vela
de Teseo...
oh dulce virgen niña que una
noche ha tronchado,
¡calla!... En su carro de oro
orlado de uvas negras,
por los campos de Frigia, Lisios
pasa; lo llevan,
panteras de piel roja y tigres
lujuriosos
y dora,. al recorrer ríos de
aguas azules,
el verdor de los musgos en la
orilla enfoscada.
Zeus, Toro, en su nuca, acuna
como a niña
Europa desnuda que enlaza con su
blanco
brazo el cuello nervioso del Dios
estremecido
que la mira, despacio, de
soslayo, en el agua.
Y dejando que, pálida, su cara en
flor resbale
por la frente de Zeus, muere y
cierra los ojos
en el beso del Dios; y el agua
que murmulla
con su espuma dorada florece sus
cabellos.
-Entre la adelfa rosa y el loto
charlatán
se desliza, en amor, el gran
Cisne que sueña
y su ala blanca abraza la
blancura de Leda;
Y, mientras, Cipris pasa,
enormemente hermosa,
cimbreando la curva rotunda de su
grupa,
desplegando orgullosa el oro de
sus pechos
y su vientre nevoso que un negro
musgo orla;
-Heracles, Domador, que en su
gloria se cubre
el cuerpo fuerte y vasto con la
piel de un león,
a lo lejos avanza, con frente
dulce y fiera.
Rozada por la luna de estío,
levemente,
de pie, desnuda, sueña en su
palor dorado
que tiñe la ola densa de un pelo
azul y largo,
en el calvero oscuro donde el
musgo se estrella,
la Driade que mira el cielo
silencioso...
-Y la blanca Selene deja flotar
su velo,
temerosa, a los pies del hermoso
Endimión,
y su beso resbala por un pálido
rayo...
-La Fuente llora, sola, con prolongado
éxtasis...
Es la ninfa que sueña, apoyada en
el ánfora,
en el bello doncel blanco, en sus
aguas preso.
-Una brisa de amor transita por
la noche,
y en el bosque sagrado, en sus
horribles frondas,
de pie, majestuosos, los Mármoles
oscuros,
los Dioses coronados por nidos de
Pinzón,
escuchan a los Hombres y a todo
el Universo.
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Fotografía: QUE MAS |
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Cool. :)
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