Los que me seguís sois conocedores de mi agrado por los masajes, y de forma especial por el tantra. Siempre que puedo quedo para un masaje en un gabinete de Valencia.
Esta mañana, ya tarde, crucé la sala de meditación dirigiendo mis pasos a la sala de masaje. No era la primera vez que la cruzaba. Me gusta la calma que se respira, su silencio envolvente, y una atmósfera que invita a dejar fuera el tiempo, las prisas, los pensamientos.
En aquel centro de terapias siempre me siento seguro, tal vez por esa complicidad que se ha ido tejiendo con el masajista en cada encuentro anterior. Con él me siento cómodo, seguro, pero sobre todo abierto a nuevas sensaciones. Cada masaje es único, no hay dos iguales. Nuestro cuerpo habla y él sabe escuchar lo que necesita.
Tras un pequeño panel de madera prensada, todo estaba dispuesto. El tatami nos esperaba. Como siempre, alargó un pareo hasta mí. Me desnude tranquilamente, sin prisas, como saboreando cada instante. El hizo lo propio detrás de aquel ajustado paraban.
Elegí una de las tres esencias que me ofreció, respirando con fuerza su agradable aroma. Según mi elección, había que armonizar el cielo y la tierra: el primer y el séptimo chakra
![]() |
Imagen generada por ChatGPT |