miércoles, 17 de septiembre de 2025

DOS MANOS, UNA HISTORIA


Bajo la tenue luz del amor, sobre la sábana blanca, dos manos se buscan y se encuentran. No hay palabras, solo dedos que se entrelazan como raíces, nudillos que se aprietan con la fuerza de un secreto compartido. En ese gesto, vive el pulso de dos vidas latiendo al mismo ritmo.


A su alrededor el mundo deja de existir, pero esas manos permanecen firmes. Son la unión entre dos cuerpos, un lenguaje silencioso que habla de complicidad, de apoyo, de una presencia que sostiene y es sostenida. Allí, en ese contacto, se va escribiendo una historia entera sin pronunciar una sola palabra.




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Las fotografías proceden de Internet, y no se cita al autor por no indicarse en el lugar de origen su autoría y procedencia. En caso de incumplimiento involuntario de algún derecho se retirará

martes, 16 de septiembre de 2025

CUERPOS AUTÉNTICOS


Me gusta ir a playas nudistas. No por una cuestión de exhibicionismo ni de morbo, es por la libertad que siento, por la calma que me produce integrarme en la naturaleza y en esa diversidad de cuerpos al desnudo. Al principio, me sorprendía ver cuánta gente optaba por depilarse por completo. Pero con el tiempo entendí que cada uno busca sentirse cómodo a su manera. A mí, en cambio, me atrae la naturalidad. Hay algo profundamente honesto en los cuerpos sin modificar, sin filtros ni retoques.


Cada cuerpo es como una escultura viva. Algunos altos, otros bajos, con barriga o delgados, musculosos o enclenques, con vello o sin él. Todos distintos, todos válidos. Pero lo que más me llama la atención es esa libertad silenciosa que emanan. Cuerpos que no quieren ser otra cosa. Cuerpos que huelen a mar, a sol, a libertad.





Sentado en mi silla de playa, dejo que la mirada se pierda, sin apuro, sin intención. Observando. No con deseo ni con juicio, sino con la simple curiosidad de quien se siente parte de algo más grande. Si mi vista se cruza con la de alguien, la retiro con respeto. Allí no se trata de mirar con deseo a otros, sino de estar con otros. Compartir el mismo espacio sin máscaras.


Estamos ahí por lo mismo: por la paz de ser quienes somos, sin más. Creo que hay algo profundamente humano —y casi sagrado— en esa desnudez compartida. Piel con piel, texturas reales, detalles que no buscan seducir, pero terminan despertando algo: curiosidad, imaginación, incluso ternura.


Y pienso, que el verdadero morbo -si es que puede llamarse así- no está en lo explícito, sino en lo sugerido. En lo que no se dice, en lo que se insinúa con la sola presencia de un cuerpo auténtico, expuesto al sol, al viento, a la mirada ajena sin temor ni vergüenza. Ahí, en esa naturalidad sin filtros, encuentro una belleza que no necesita adornos. Una belleza intensamente humana.


En la playa nudista aprendo a ver. Y lo que veo es libertad.



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lunes, 15 de septiembre de 2025

DOS AÑOS DESPUÉS


Tras más de dos años de encuentros, correos y conversaciones telefónicas, un amigo viajero me insiste en que cuente su historia, en que ponga en palabras cómo han cambiado las cosas para él.


Está casado con la mujer que quiere y es padre de dos hijos maravillosos. Vive en el interior del país y trabaja como gerente de una empresa que exporta la mayor parte de su producción. Ese trabajo le obliga a viajar con frecuencia, a recorrer aeropuertos, hoteles y ciudades que apenas conoce por las ventanillas de los taxis. En ese ir y venir también empezó a frecuentar locales de ambiente gay, aunque según cuenta, solo como espectador.

Durante mucho tiempo, esas noches en hoteles eran solo eso: silencios, trabajo y televisión encendida para no sentirse solo. Pero poco a poco comenzó a rondarle una inquietud que no podía ignorar: se sentía atraído por los hombres. No era algo nuevo, pero en la rutina familiar había logrado esconderlo bajo capas de obligaciones y rutinas. Lejos de casa, en ese espacio suspendido que son los viajes, su propia verdad comenzó a pedir salir.

Al principio fue sobre todo confusión, aunque nunca llegó a sentir miedo. Entraba en locales de ambiente gay o en saunas sin atreverse a nada; miraba, escuchaba, sentía la contradicción de sus deseos. Se preguntaba qué le estaba pasando, si era solo una fase en su vida. Buscaba respuestas en internet hasta que un día encontró este blog y se vio reflejado en los distintos posts. No era solo morboso ni sensacionalista: hablaba con calma y respeto de sentimientos y experiencias. Se sintió comprendido y, sin pensarlo mucho, escribió un correo contando sus vivencias. Así empezó una relación de amistad y confidencialidad que permanece hasta hoy.

Un día me dijo que iba a pasar por Valencia, que le gustaría conocerme. Quedamos una calurosa tarde de julio en una terraza del centro. Tomamos una cerveza fría y hablamos de aceptación, de la necesidad de experimentar para aclarar sentimientos, de nuestra bisexualidad y de tantas cosas que nos inquietaban a los dos. Por primera vez sintió que no estaba solo en nuestra dualidad de hombres casados. Nos despedimos con un abrazo, con la sensación de que volveríamos a vernos.



Dos meses más tarde me dijo que su trabajo le traía de nuevo a Valencia. Desayunamos juntos, paseamos por el centro y le animé a ir a la playa nudista para romper tabúes. “Nunca he hecho algo así”, confesó, con el corazón acelerado. Pero aquel día, impulsado por la confianza, aceptó.

Al llegar, el viento olía a sal y a libertad. Se quitó el bañador lentamente, con vergüenza. Le temblaban las manos y miraba de soslayo. Sin embargo, al sentir el sol y el agua en su piel sin barreras, algo dentro de él se aflojó. Sonrió con la cabeza alta. Me dijo que era la primera vez en mucho tiempo que se sentía en paz consigo mismo.

Pasamos un día maravilloso y bien entrada la tarde nos despedimos con otro abrazo. No hubo nada más, aunque ambos sabíamos que había tensión y sentimientos en juego.

Aquella experiencia le marcó tanto que al día siguiente, antes de volver a su ciudad, volvió solo a la playa, sintiéndose libre de mirar y ser mirado.

Al regresar a casa se permitió experimentar sentimientos y reconocerlos sin vergüenza. Sin prisas, con tiempo, hasta que conoció a otro hombre casado con el que mantiene una relación estable y abierta, lo que le ha permitido conocer a otros hombres y entenderse mejor. Sigue queriendo a su familia, cuidando su matrimonio, pero también cuidándose a sí mismo.

No ha sido un camino fácil. Hemos aprendido -él y yo- que la identidad no es un punto fijo, sino un trayecto; que se puede querer y ser honesto a la vez; que los miedos, si se enfrentan con respeto, se transforman en libertad interior.

La semana pasada comentamos como ha cambiado su vida en estos dos años desde aquel primer correo y, como al mirar atrás, ve un camino lleno de dudas, aprendizajes y valentía. 

Dice que ha dejado de sentir vergüenza por lo que es, que sigue aprendiendo. No tiene todas las respuestas ni sabe que le deparará el futuro. Pero sabe algo importante: ya no vive escondido en sus sentimientos.



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domingo, 14 de septiembre de 2025

MI VIAJE INTERIOR HACIA LA ACEPTACIÓN

 

Cuando empecé este blog no tenía claro hasta dónde llegaría ni si alguien querría leerme. Lo único que sabía es que necesitaba poner en palabras un sentimiento que se había despertado dentro de mí: mi bisexualidad.


Me enamoré, me casé… y veinte años más tarde, en una playa nudista, descubrí sensaciones nuevas cuando otro hombre me tocó. Durante más de tres años pensé que se trataba de una fase transitoria, de confusión, o que simplemente debía ignorarlo. Internet me dio mucha información, pero también estuvo a punto de acabar conmigo y con mi matrimonio. Cada vez que intentaba alejarme de esas inquietudes recién descubiertas, esa parte de mí volvía con más fuerza. Era como llevar dos vidas en una sola piel: la que se ve y la que se calla.


Aceptar mi bisexualidad no fue un momento concreto, sino un proceso lento en el que me ayudaron este blog y un perfil en Facebook. Con vuestros mensajes y largas charlas, poco a poco dejé de sentirme solo y empecé a normalizar mi vida. Ya no me veía como un vicioso, sino como un hombre con sentimientos diversos. Ya no sentía que tuviera que elegir entre ser fiel a mi matrimonio y ser fiel a mí mismo.


No ha sido fácil. Aún hay días de dudas y miedo, como ayer, y otros de alivio y gratitud. Pero cada paso que doy hacia la honestidad conmigo mismo me hace sentir más ligero. Sigo aprendiendo, sigo construyendo mi vida, pero ya no desde la vergüenza, sino desde la aceptación.


Muchos de vosotros estáis pasando o habéis pasado por algo parecido; si lees estas palabras, recuerda que no estás solo. No hay un camino único ni una receta mágica. Cada historia es distinta. Pero compartir lo que sentimos puede ser un primer paso hacia la libertad interior.


Gracias por viajar conmigo. Me encantaría conocer tu experiencia o tus dudas. Puedes dejarme un mensaje más abajo o escribirme en privado. Entre todos podemos hacer que este camino sea menos solitario.




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sábado, 13 de septiembre de 2025

VISIBILIZACIÓN SILENCIOSA


El artículo del que os hablaba ayer me ha llevado a reflexionar sobre la visibilización actual de un hombre casado. Si no recuerdo mal, ya hemos hablado en otras ocasiones de ello con otros términos, pero la expresión “visibilización silenciosa” me ha tocado especialmente.


En una sociedad heteronormativa, sin duda muchos creerán que se trata de una estrategia para encubrir lo que se entiende como un vicio. En cambio, yo lo siento como un modo de sostenerme a mí mismo: reconocer en privado lo que el mundo me niega mayoritariamente en público, y darle espacio a mi verdad sin que necesariamente todos la vean.


No voy a negar que emocionalmente se sufre. Por un lado, está el amor real hacia la pareja, la familia, la vida construida. Por otro, la necesidad de no borrar una parte de uno mismo: la atracción y sensibilidad hacia más de un género. No es un conflicto simple, por lo que es trascendental aprender a convivir con todas las identidades.


Ayuda encontrar lugares como este o algunas redes sociales donde poder hablar con libertad, confiar en el otro y sentir un espacio seguro para ser. A mí me ha ayudado mucho hablar sobre la culpa de sentir que se oculta algo, sobre el miedo al juicio o a la pérdida, pero también sobre el orgullo silencioso de seguir sosteniendo la propia identidad sin renunciar a ella.


Todas las mañanas me digo: Existo tal cual soy, incluso si el mundo no lo ve. Es un camino de reconciliación interna, de integrar todas las partes de nuestra historia. Es mi visibilización silenciosa.





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miércoles, 10 de septiembre de 2025

REINTERPRETANDO GRANDES FIGURAS DEL PASADO


Acabo de leer un interesante artículo de César Wonenburger, Homosexuales Cervantes, Shakespeare y hasta el hijo del gallego Ramón Estévez. Comienza muy duro, hablando de la represión de los homosexuales en países africanos. También dice que en nuestro país en ciertas profesiones: “si no eres homosexual, ya casi puedes ir preparándote aquel hatillo con el que el personaje de Charlot solía partir, al final de sus aventuras cinematográficas, hacia insospechados parajes…”


El autor habla de que una dura pugna cultural parece librarse hoy por ver qué autor o artista se descubre como desconocido homosexual. Esta observación refleja un fenómeno de nuestro tiempo: la necesidad de reinterpretar a las grandes figuras del pasado desde claves de diversidad y de visibilización de lo que antes se silenciaba.


Por lo visto, en la película que Alejandro Amenábar ha dirigido sobre Cervantes, El cautivo,  hay un encuentro homoerótico entre el escritor y otro hombre. Todo indica que esta escena no tiene respaldo documental, pero funciona como recurso dramático y simbólico. Amenábar propone una mirada contemporánea sobre Cervantes, del mismo modo que otros estudiosos han revisado los sonetos de Shakespeare para plantear posibles afectos homoeróticos. Más que certezas históricas, estas lecturas y recreaciones muestran cómo la cultura actual utiliza el arte y la biografía para abrir debates sobre identidad, deseo y poder.


Miguel de Cervantes en un grabado del siglo XIX


Así, tanto en la crítica como en el cine, Cervantes y Shakespeare se convierten en espejos donde se proyectan las inquietudes del presente: no solo la genialidad literaria, sino también la diversidad afectiva que, de un modo u otro, siempre ha formado parte de la experiencia humana.


Habrá que ir a ver la película a partir de este viernes, indudablemente no por esta escena, sino por la magia que impregna el director a sus films, por su capacidad para convertir episodios del pasado en relatos vivos y sugerentes, aunque rechazo que se inventen sentimientos de hombres del pasado para justificar los sentimientos de hombres del presente.



El artículo sigue adentrándose en las relaciones de personajes y actores contemporáneos de forma seductora. César, el autor, me ha hecho reflexionar descubriéndome una realidad oculta.



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lunes, 8 de septiembre de 2025

LIBERTAD BAJO EL SOL


Estos días he disfrutado de unos días de vacaciones en unas espectaculares playas de un conocido parque natural de España.


El entorno es un auténtico paraíso: aguas cristalinas, acantilados que parecen proteger la intimidad del visitante y senderos que invitan a perderse en la naturaleza. Allí conviven playas textiles con otras nudistas, y como era de esperar, pasé gran parte del tiempo disfrutando del mar y del sol completamente desnudo. Nadé, caminé por la orilla, descansé en la arena y hasta me animé a practicar senderismo nudista para llegar a unas calas escondidas que parecían secretas.




Desde el primer momento sentí la intensidad de esa libertad. Disfruté tanto de mi desnudez como de la de los demás, dejándome llevar por ese juego silencioso de observar y ser observado. Sí, me descubrí mirando cuerpos de hombre y de mujer, y también noté cómo otros ojos se posaban sobre mí, en un juego de miradas que oscilaba entre la picardía y el morbo natural de la situación


Recuerdo a un tipo con un cuerpo imponente, rapado, de apariencia hetero. Cada vez que pasaba junto a mí silbaba, mientras me lanzaba una mirada de reojo cargada de insinuación. Notaba su provocación, esa forma de ponerme a prueba como si quisiera ver hasta dónde me atrevería a responder.


Una chica joven, de silueta perfecta, recogió del agua una pluma de gaviota justo antes de llegar a mi altura. Se la colocó en el pelo con un gesto coqueto y, mirándome, estalló en una risa luminosa que parecía invitarme a algo más.


También estaba aquel treintañero guapo, con un cuerpo demasiado atractivo como para pasarlo por alto. Me observaba desde lejos mientras caminaba por la orilla. Al llegar frente a mí, se detuvo, entró unos pasos al mar y, girando lentamente la cabeza, me clavó la mirada. Su gesto tenía tanto de desafío como de deseo. Yo me mantuve impasible, y él, tras unos segundos de tensión cargados de magnetismo, retomó su paseo como si nada hubiera pasado.


Lo curioso es que todo esto ocurría mientras estaba con mi mujer, lo que convertía la experiencia en un juego aún más intenso, una mezcla de placer, voyeurismo y provocación que me recorría por dentro.


Y hubo más. Muchos más momentos en los que sentía cómo los ojos se paseaban por mi cuerpo desnudo, algunos con descarada provocación. Hombres que, al cruzarse conmigo en mis paseos por la orilla de la playa, se acariciaban con descaro el sexo, como si quisieran ofrecerme una invitación silenciosa. A veces me dejaba llevar, disfrutando de la excitación de esas escenas; otras me mantenía distante, solo alimentándome del morbo de la situación.




Pero lo más poderoso de todo fue la sensación de libertad: caminar desnudo, dejar que el sol acariciara cada rincón de mi piel, sentir la brisa marina, el agua y la arena sin barreras, meditar en lo alto de un escarpado… todo ello me permitió reflexionar, relajarme y reconectar conmigo mismo y con el paisaje. En realidad, fue una integración absoluta con la naturaleza, una experiencia de desnudez no solo física, sino también mental.


Maravilloso verano del 25.


sábado, 30 de agosto de 2025

VERANO EN PAREJA

 


Seguimos de verano con reuniones familiares y vida en pareja. Aún no ha habido tiempo de playa y miradas indiscretas. Poco tiempo por aquí y mucho para socializar por allí.


Seguimos viajando desde el silencio. 


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martes, 1 de julio de 2025

TANTRA: RITUAL DE PRESENCIA


Los que me seguís sois conocedores de mi agrado por los masajes, y de forma especial por el tantra. Siempre que puedo quedo para un masaje en un gabinete de Valencia.


Esta mañana, ya tarde, crucé la sala de meditación dirigiendo mis pasos a la sala de masaje. No era la primera vez que la cruzaba. Me gusta la calma que se respira, su silencio envolvente, y una atmósfera que invita a dejar fuera el tiempo, las prisas, los pensamientos.


En aquel centro de terapias siempre me siento seguro, tal vez por esa complicidad que se ha ido tejiendo con el masajista en cada encuentro anterior. Con él me siento cómodo, seguro, pero sobre todo abierto a nuevas sensaciones. Cada masaje es único, no hay dos iguales. Nuestro cuerpo habla y él sabe escuchar lo que necesita.


Tras un pequeño panel de madera prensada, todo estaba dispuesto. El tatami nos esperaba. Como siempre, alargó un pareo hasta mí. Me desnude tranquilamente, sin prisas, como saboreando cada instante. El hizo lo propio detrás de aquel ajustado paraban. 


Elegí una de las tres esencias que me ofreció, respirando con fuerza su agradable aroma. Según mi elección, había que armonizar el cielo y la tierra: el primer y el séptimo chakra



Imagen generada por ChatGPT

Comenzamos de pie, respirando juntos. Sentía cómo algo dentro de mí comenzaba a despertar, como si mi cuerpo recordara una forma más pura de estar presente. Ya no necesitaba tiempo para soltarme; su cercanía me sostenía. Cada inhalación creaba un puente entre nosotros. Sentía cómo su energía me rodeaba, me acompañaba sin invadirme. Nos conocemos en ese lenguaje sin voz.


Con cada respiración, la distancia entre nosotros se diluía. No en lo físico, sino en lo energético. Y entonces, con naturalidad, me quitó el pareo. Luego, él se despojó del suyo también. No hubo pudor ni tensión, solo un tránsito suave hacia algo más profundo.


Las respiraciones con la boca siguieron con más profundidad, llenándome de tanta energía que mi pene se puso bien erecto, llegando a disfrutar de un orgasmo sin eyacular, tan profundo que me temblaban las manos y las piernas. Era la primera vez que me ocurría.


Tuve que beber agua antes de tumbarme boca abajo. No era solo un masaje; era una danza silenciosa entre piel y energía. Nuestras respiraciones sincronizadas crearon una sensación de conexión difícil de describir. Cada movimiento de sus fuertes manos me llenaba de más energía. Cada respiración con la boca nutría mi cuerpo. No había palabras, solo fluía la energía.




Al girarme, ya frente a frente, la desnudez no pesaba. Era neutra, casi sagrada. Sus manos seguían tocando no solo músculos y piel, sino algo más sutil: la energía que fluye bajo todo eso. Y yo, mientras tanto, flotaba entre sensaciones, en una especie de expansión interior. Pero no era sexualidad lo que flotaba en el ambiente, sino una ternura masculina, antigua y sabia; una experiencia compartida desde el respeto, la sensibilidad y la entrega.


Terminamos en silencio. No porque no hubiera nada que decir, sino porque todo ya se había dicho con el cuerpo, con la respiración, con la atención de su masaje tántrico.


Una refrescante ducha abría mi cuerpo, recordando tan bellos momentos. Al vestirme de nuevo, me sentí muy lleno. No solo de energía, sino de algo más sutil: confianza, gratitud y esa paz que solo nace cuando uno ha sido verdaderamente tocado sin máscaras.


Como cada vez que salgo por la puerta, ya estoy deseando volver, aunque lo mejor es saborear por un tiempo lo vivido hoy.


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domingo, 29 de junio de 2025

ANSIADO ENCUENTRO


Por un momento, se quedaron frente a frente sin hablar. Había tensión en el espacio de sus rostros, también un poco de miedo, de indecisión.


Uno dio el primer paso. La mano busco la nuca del otro. Un tirón suave. El beso no fue tímido. Fue directo, con hambre contenida. Lenguas que se buscan, que se reconocen después de horas de hablar en la distancia.




El tacto vino después, con urgente desesperación. Dedos deslizándose por torsos, espaldas, costillas. La piel ardía. Se empujaban uno contra el otro, pecho con pecho, caderas marcando el ritmo que todavía no empezaba. Los pantalones cayeron al suelo con torpeza. No importaba el orden, ni la estética. Solo el contacto de la anhelada piel, de los erizados vellos que enaltecían el ánimo.


Cuando se tocaron por completo, sin ropa de por medio, hubo un breve instante de pausa. Como si ambos entendieran que lo que venía no era solo placer: era entrega. Uno tomó al otro por la cintura, lo besó lento esta vez, profundo. Sus cuerpos se adaptaban, se alineaban, como piezas siempre encajadas.


Las manos no pedían permiso: rodeaban, exploraban, apretaban. Uno se arrodilló con ganas. El otro jadeó con amor. Los gemidos eran bajos, respirados, íntimos. No había vergüenza, solo deseo puro. Las bocas envolvían, exploraban, marcaban con saliva y calor. No solo por dar placer, sino por habitar ese anhelado cuerpo con la boca.


Después, se tumbaron. Uno sobre el otro con las piernas entrelazadas y las respiraciones desacompasadas. Los gritos eran ahogados en el cuello. Los dedos se clavaban en la espalda. Hasta que una mano se entrelazó con otra. Era el momento exacto en que el deseo y el afecto se involucran en el amor.


Y cuando llegó el final, se quedaron quietos, exhaustos, con sudor en la frente y temblores en los muslos. No dijeron nada de inmediato. Después de tanta intensidad, el silencio es lo único que cabe.


Solo después, una caricia suave, con la dulzura de la mirada. Y una pregunta susurrada cruzó el aire: ¿Estás bien? Un silencio contesto con la inmediatez del sosiego. Los cuerpos aún temblaban, pero ahora por algo más que placer: por haber sido vistos, tocados, querido cada uno por el otro.




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viernes, 27 de junio de 2025

EXPUESTO




Este cuerpo no es un objeto. Es un hombre que ha elegido mostrarse. Ha elegido ser, en un mundo que constantemente intenta decirle lo que debe ser.

Está tendido, pero no sometido. No se entrega al ojo que lo observa. Lo confronta.

Su desnudez no es ausencia de ropa, es presencia, mirada tras mirada, gesto tras gesto.

Cuando miras, el expuesto no es solo él: también lo es quienes lo miramos. Porque ese rostro nos devuelve la mirada y pregunta: ¿Quién eres cuando miras? ¿Ves a otro, o te ves a ti mismo proyectado en mi?

En ese silencio compartido, el cuerpo se vuelve espejo de conciencia. Nos recuerda lo absurdo de buscar sentido en un universo indiferente y, sin embargo, nos impulsa a seguir buscándolo.

Ahí reside la libertad: en mostrarse sin garantías, en estar desnudo frente al mundo y aún así decir: No soy nada. Pero puedo llegar a serlo todo.

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DOS MANOS, UNA HISTORIA

Bajo la tenue luz del amor, sobre la sábana blanca, dos manos se buscan y se encuentran. No hay palabras, solo dedos que se entrelazan como ...