Hoy miro el viento que no cesa en su alterado
golpeteo. Me siento como ido entre sus dedos, tocado en lo sentidos. Busco su
calma en el cielo, busco la calma en mi interior leyendo con el cuerpo desnudo
y la mente alocada entre sus sonidos.
Dice el poeta Neruda que el viento es un caballo que
corre por el mar y el cielo. Hoy parecen más veraces sus letras al soplar el
viento con tanta fuerza que corre hundiendo sus cascos como cuchillos en mi cabeza. Fríos
son sus dedos, ásperas sus caricias, hasta duelen miserables, rotos, coronados
por el soplo del mundo.
El viento me ha encerrado en la casa de los ungidos
olmos. Soy prisionero de mí mismo. Solo encuentro la libertad leyendo en
soledad a Neruda, abrazado de libros de viajes que caminan entre dualidades de
florecientes sexos.
El viento no me deja ya recordar como son tus
labios, tu piel salpicada de vellos negros, tus dedos que me hacían gritar
entre soñados juegos. No puedo ver tus ojos, ni oír tus palabras que un soplo se
lleva implacable y vengador. Hoy el viento me ha arrancado tu memoria de mi
memoria.
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