Estos días llevo dándole vueltas
a una sensación que por momentos me abruma. Presumo que nos pasará a casi todos
los que compartimos este viaje, o al menos a aquellos que tenemos cierto sentimiento,
cierta sensibilidad ante la existencia.
Veréis, en este tiempo de idas y
venidas he conocido personalmente o por las redes sociales a gente muy
especial, gente que me ha llegado al alma, gente con la que no ha habido una
continuidad por cuestiones que no llego en principio a entender, aunque tal vez
sea solo por miedo. Son hombres con los que me he sentido complacido caminando
por la sierra, tumbado en la orilla de la playa, conduciendo kilómetros por un
instante, dejándome acariciar en un sensacional masaje, gozando de un masaje o
simplemente hablando por mail.
Ellos, quedan en el archivo de mi
corazón, modelados por mis manos que les recuerdan en cómplices momentos nunca
perdidos.
Y es, que ser casados y compartir
parte de nuestro tiempo con otros hombres se hace complicado, a no ser que
compartas ciertas actividades deportivas, lúdicas o de amistad, que te acerquen
sin levantar recelo en tu entorno. ¡Ay,
quien pudiera vivirlo!.
Esos miedos me han apartado de
gente a la que le tengo afecto. No soy
de dejar amigos por el camino, mantengo los mismos desde la infancia y otros
muchos que se han ido acercando a lo largo de mi vida. Tal vez por ello me duela
no saber nada de esos amigos que optaron por su silencio, por mi silencio, por
nuestros miedos. Ellos tendrán también sus razones, calladas, enmudecidas,
esforzadas, que valoro y respeto. Mejor si es así, porque incluso me he
preguntado alguna vez si les ha sucedido algo grave en lo físico y de ahí su
mutis.
Esta tarde leyendo a Séneca vienen
de nuevo en instantes de vida. No puede ser de otra forma, en sus escritos observa
que el enseñar o compartir una experiencia con alguien nos hace mucho más
felices que tenerla para nosotros mismos. ¡Que fría es una vida que no se
relaciona, que no busca el calor de una amistad! Cartas a Lucilio.
A todos ellos quería dedicarles
mi pensamiento en esta tarde de llamas que no arden por el apretado frío que
nutre mi animo. ¿Volverá el calor de la
amistad silenciada?
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por no indicarse en el lugar de origen su autoría y procedencia.
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inmediatamente
El calor de la llama de la amistad no se apaga, como bien lo dices muchas son las causas que lo aminoran pero al menor soplo renace. Es un gusto volver a leer tus líneas y saber que atesoras, como muchos de nosotros, los instantes compartidos en actividades a veces tan impersonales como un chat o un intercambio de correos, en mi caso. Gracias por dejarnos ver reflejados en tus publicaciones nuestros miedos, anhelos, inquietudes, dudas, verdades e incertidumbres que muchas veces, por el entorno atento y censor que nos envuelve, debemos masticar y tragar en silencio.
ResponderEliminarSe te echaba de menos José Aureliano, con esa forma de expresarte tan grande y ese corazón inmenso. Un abrazo grande en la distancia.
EliminarHola German , que dificil es encontrar eso que describes en este artículo, aunque tengo amigos , y estoy en un grupo deportivo, nunca he podido encontrar a ese alguien especial con quien poder expresarme tal como soy en todos los sentidos.
ResponderEliminarUn abrazo , me gusta mucho tu blog.
Hola Vicent. A mi me pasaba lo mismo, en realidad sigue pasándome lo mismo, porque para compartir estas inquietudes no hay nadie en mi entorno con quien hacerlo, pero si en este otro lado, en este viaje. Aquí estamos abiertos a escuchar, a ayudar, a comprender, a ser nosotros mismos. Ya sabes... Un abrazo.
EliminarEsos amigos quizá les pase lo mismo que a ti, por alguna circustancia se ha alejado, pero ten por seguro que siempre te llevaran en su corazon, como lo hacemos los que en algún momento no hemos estado ahí.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo