Un buen amigo ha escrito este texto
No te fijes en la espalda de suaves ondulaciones y músculos
adivinados del que cabalga. No te pares a mirar sus manos sobre el pecho del
otro, ni sus brazos de venas marcadas. No te recrees en ese espléndido culo, en
cuya raja se pueden entrever algunos vellos oscuros, que incita a pasar la
lengua con deleite y sin prisas por él, incluso invita a mordisquearlo. Ni le
mires las piernas bien torneadas y con el vello justo para hacer bien gustoso
el pasar por ellas tus manos. No te imagines qué tesoro cuelga entre sus
piernas, ni en qué estado de excitación estará; seguro que su virilidad es más
que patente.
No mires las manos del compañero, una en su tobillo,
sujetándolo con firmeza, pero con suavidad al mismo tiempo: se nota por sus dedos
nada crispados. La otra memorizando la curva de la cintura. No te
entretengas en el pecho que las manos del amigo aprietan y con ello remarcan su
fortaleza mullida de hierro bien trabajado. Ni siquiera te fijes en los brazos,
potentes, gruesos de carne y sangre, ni en sus hombros redondeados por el
músculo que hay bajo la piel.
No te engolosines pensando qué clase de abrazo podrían darte
unos brazos así. No entretengas tu mirada en sus muslos, pensando que te marcan
el camino hacia un placer aún mayor escondido entre ellos. No disimules
escudriñando el vello púbico levemente anunciado entre tantas oquedades
masculinas bien dispuestas para ocultarlo. Ignora, si es que puedes, esos dos
cojonazos oscuros, hinchados y repletos de la esencia que solo un macho puede
destilar.
No imagines qué sentirías si pudieras juguetear con ellos en
tu boca, rodándolos por tu lengua, advirtiendo la suavidad de la piel que los
recubre, percibiendo su aroma junto a tu nariz, notando su dureza, su peso y su
firmeza, y dejándote sin espacio en la boca ni siquiera para tomar un leve
aliento. Finalmente, no te deslumbres con el esplendor de esa verga erecta,
llena de sangre, turgente, seguro que venosa, que como un ariete bien duro y
despiadado invade las entrañas del amigo, matándolo suavemente de dolor y
placer al mismo tiempo. No imagines como embiste contra ese agujero oculto que
la recibe abriéndose ante el estímulo de un capullo bien gordo y amoratado,
deseoso de soltar su carga en alguna cavidad oscura, palpitante y caliente. No
sueñes con la fuerza con que dos cuerpos machos y en la plenitud de su hombría
pueden darse y recibir placer el uno del otro: intensamente, salvajemente,
apasionadamente, potentemente, estremeciendo al otro en cada empuje y
estremeciéndose a su vez con el roce de la piel del otro sobre la propia verga
erecta...
Fíjate sólo en la mirada que se intercambian: tanto el que da como el que recibe reflejan placer, sí, pero también devoción por el otro, gratitud por el sexo compartido, complacencia, deseos de estar unidos en un solo cuerpo. Entrega.
Fíjate sólo en la mirada que se intercambian: tanto el que da como el que recibe reflejan placer, sí, pero también devoción por el otro, gratitud por el sexo compartido, complacencia, deseos de estar unidos en un solo cuerpo. Entrega.
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Es cierto, resulta muy provocador y muy excitante...me transmiten mucho más erotismo las palabras que la fotografía, fíjate, jajaja.
ResponderEliminarUn abrazo.
Así es Un-Angel. Dice el dicho popular que más vale una imagen que mil palabras, ¡cierto!. Aunque en ocasiones como esta, las palabras reflejan una carga tan grande de erotismo que mejor prescindir de la fotografía para que la mente recree el momento con la persona deseada.
ResponderEliminarSubí la fotografía porque es la secuencia en la que este amigo se recreo para escribir el texto. El instante que le motivo tantas ganas.
Aun sin ver la fotografía te la. Imaginas y entras en la piel del que la describe y sientes el placer descrito en tu propia piel
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