Hacía días que ardía en deseos de sorber
tu piel, de recorrerla con mis traviesos dedos. Necesitaba tocarte, perderme en
el paisaje de tu cuerpo, sentir que mi tenaza atrapa tus ardientes ascuas. Es
cierto que mi impetuosidad está fermentada por tu fuego, él que hace latir mi
corazón, el que alimenta mi interior.
De ese fondo, removido por el viento,
preciso se me hacía hacer mío tu cutis hermosamente pálido, tus finas manos
creadoras de placer, tu boca jugosa, tus cabellos de oloroso azabache, tu
idealidad femenina.
No quería renunciar a tu deseable
cuerpo, a tu generosa alma, a tu sonrisa tan dulce como la miel, a la alegría
que recorre mi casa.
Anhelaba saciarme de tu abierta naranja,
saborear las olivas de tus pezones, degustar el chocolate caliente de tu piel
con mi ansiosa lengua.
Anoche miles de estrellas formaron tu
nombre en el abierto cielo. Un soplo de brisa te trajo para fundirte con mis
deseos.
El amor es la esencia de la vida, y yo,
la he encontrado en ti.
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Saber que uno siente verdaderamente esos deseos, de igual forma que se puede desear un cuerpo de hombre, es saber lo que es ser bisexual, aunque muchos duden de que ello sea posible
ResponderEliminarEs posible amigo, por más que la mayoría no lo entienda y crea que es puro vicio. Los sentimientos son propios, de nadie más que de uno mismo.
EliminarUn abrao.