jueves, 16 de mayo de 2013

Tarde de tormenta leyendo a Kavafis



Esta tarde de tormentas preñadas he buscado en los estantes un libro que aligerara mis horas. Mis dedos han asido un libro del poeta griego Kostantino Kavafis. Uno de ellos, el que lleva por nombre Desde las nueve, me ha traído un pasado de placer atrevido y, para recordar. Pero también nuestro obligado silencio al no encontrar amigo con el que hablar de nuestra bisexualidad de hombres casados.


Doce y media. Rápido pasó la hora
desde las nueve cuando encendí la lámpara
y me senté aquí. Sin leer he permanecido
y sin hablar. ¿Con quién hablar
enteramente solo en esta casa?

El espectro de mi cuerpo joven,
desde las nueve cuando encendí la lámpara,
vino y me encontró y me recordó
aposentos cerrados, perfumados,
y pasado placer -¡qué atrevido placer!
Y también me trajo ante los ojos,
calles que ahora son inconocibles,
locales llenos de movimiento que se extinguieron,
y teatros y cafés que alguna vez existían...



Konstantino Kavafis, 1863-1933

Cavafis fue una de las figuras literarias más importantes del siglo XX. Su atípica temática —fuertemente urbana e introspectiva, y sin tapujos acerca de la orientación homosexual del poeta— demoró su aceptación, pero lo convirtió luego, en la década de 1960, en un icono de la cultura gay. En este año se cumplen 150 de su nacimiento. Su poesía se mantiene viva, humana, ingeniosa. Mirad sino la belleza de sus palabras, la altura que toman. Estoy convencido de que os sentiréis plenamente identificados con situaciones, momentos y escenas descritas.





Jura - 1905

Jura una y otra vez rehacer su vida.
Pero cuando llega la noche con sus consejos,
sus compromisos y promesas,
cuando la noche llega con la fuerza
de un cuerpo que pide y necesita
él retorna, perdido, a su fatal deseo.




Fui - 1905

Nunca me contuve. Me di completamente y fui.
Me di a aquellos placeres que eran casi realidad
y estaban en mi mente;
me di a las vibrantes noches
y bebí un vino fuerte
como sólo los valientes beben del placer.








La vitrina del estanco - 1907

Frente a la iluminada vitrina de un estanco
junto a otros, se detienen.
De repente, sus miradas se cruzan
mostrando, tímidamente, sus deseos.
Luego, caminando hacia la acera
sonríen, aceptándose.

Después, el coche cerrado…
El cálido contacto de la carne,
el abrazo de los labios y las manos.





Una noche 1907

La habitación era barata y sórdida,
oculta sobre la dudosa taberna.
Desde la ventana podías ver la sucia
y estrecha callejuela. Desde abajo
venían las voces de algunos obreros
que jugaban a las cartas y se divertían.

Y allí, en esa pobre y usada cama
tuve el cuerpo del amor, tuve los labios
voluptuosos y rosados de la embriaguez,
rosados de tanta embriaguez
que ahora, cuando escribo, después de tantos años,
en esta casa solitaria vuelvo a estar borracho.





Su principio - 1915

Su ilícito placer
se ha consumado. Se levantan
y rápido se visten sin hablar.
Salen separados, furtivamente, de la casa,
y mientras bajan la calle van inquietos,
sospechan que algo delata
en qué clase de cama yacieron hace poco.

Pero cuánto ha ganado la vida del artista.
Mañana, pasado mañana, años después
serán escritos los versos
que aquí tuvieron su comienzo.





En la mesa vecina - 1918

Tendrá ventitrés años,
sin embargo, que seguro estoy hace veintidós
gocé este mismo cuerpo.

No es que me excite mucho.
Hace sólo unos minutos entré al casino,
no he tenido tiempo de beber mucho.
Yo he gozado ese cuerpo;
si no recuerdo dónde, eso no importa.

Ahora, cuando se sienta a la mesa,
reconozco cada movimiento, y bajo sus ropas,
veo de nuevo los miembros que amé, desnudos.



Que permanezca - 1918

Serían la una de la mañana
o la una y media.
En un rincón de la taberna
completamente vacía, a excepción de nosotros,
delante del biombo de madera
una lámpara de aceite apenas alumbraba.
Cerca a la puerta dormía el cantinero
que nos había atendido hacía un momento.

Nadie podía vernos.
Pero estábamos tan excitados
que poco nos habría importado.

Nuestras casi sueltas ropas -no llevábamos
muchas- era un maravilloso
y cálido julio;
el deleite de la carne a través
de nuestras ropas medio abiertas,
-el breve desnudamiento de los cuerpos-
Una visión que vuelve después de veintiséis años
y permanece en el poema.





Recuerda, cuerpo… - 1918

Cuerpo, recuerda no solo cuánto fuiste amado,
no tan solo las camas en que te acostaste,
sino también aquellos deseos que para ti
refulgían en ojos palmarios
y que temblaban en la voz, y que algún
obstáculo fortuito malogró.
Ahora que ya todo está en el ayer,
parece casi como si te entregases
también a aquellos deseos; cómo refulgían,
recuerda, en los ojos que te veían;
cómo, por ti, temblaban en la voz, recuerda, cuerpo.







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