Hace poco más de un año me ocurrió un
hecho que aún me asombra al recordarlo. Tal vez a vosotros os haya pasado
alguna vez, incluso a menudo y os parezca de lo más habitual. En mi caso era la
primera vez que recibía una proposición de ese tipo. Lo que os voy a contar es
real, no es inventado. El lugar, la situación, la proposición tuvieron lugar
una mañana de marzo del año pasado.
Había fallecido un familiar en una
ciudad distinta a la que vivo. Estábamos en el tanatorio acompañándole hasta la
hora del funeral. En esas que recibo una llamada para que en nombre de los que
no pudieron trasladarse encargase unas flores como símbolo de cariño hacia el
finado. Pregunté en recepción si podían encargarse de ello, y me dijeron que
debido a la escasez del tiempo mejor era que me acercase con el coche a una
floristería que estaba a dos calles de allí. Como ya iba vestido para el
entierro con traje chaqueta gris oscuro y corbata negra pensé que tenían razón
y que era mejor que me acercase.
Como era a primera hora de la mañana
encontré aparcamiento enseguida. Eché sobre mis hombros el abrigo por la
cercanía de la floristería y dirigí mis pasos hacia la tienda. Al abrir la
puerta sonó una campanilla. De la trastienda salió un hombre de unos cuarenta
años, esbozó una sonrisa preguntando en que podía atenderme. Noté como sus ojos
me recorrieron de arriba abajo, pero tampoco le di más importancia. Comenté el
encargo, pidiéndole un centro de rosas rojas.
-
Lo siento, hoy no he ido al almacén. Así que no tengo. Si te gustan
puedo hacerlo con gerberas, lilium, margaritas, gladiolos.... Te aseguro que
quedará precioso.
Por la premura del tiempo le dije que me parecía bien, así que cogió un tiesto de barro al que puso espuma verde bien mojada y comenzó a preparar las flores que iba cogiendo de unos cubos que tenía cerca.
Por la premura del tiempo le dije que me parecía bien, así que cogió un tiesto de barro al que puso espuma verde bien mojada y comenzó a preparar las flores que iba cogiendo de unos cubos que tenía cerca.
- ¿Puedo hacerte una pregunta? - me
dijo.
-
Sí, claro. Sin problema. - le contesté.
-
Estás casado, ¿verdad?
-
Si, lo estoy. - Pensé que era evidente al llevar alianza.
-
Pues no se lo cuentes todo a tu mujer, hay cosas que no admitiría.
-
Perdona, pero no entiendo lo que quieres decir. La verdad, es que tengo
mucha confianza con ella. Suelo contarle todo.
-
Eres muy guapo, ¿sabes?, y seguro que haces cosillas por ahí. Así que
mejor que no se lo cuentes todo porque podrías perderla. Hay cosas que mejor
callar, como el que te gusta que te la mamen.
Podéis imaginar mi cara de sorpresa ante tal aseveración. Sería tal, que rápidamente añadió:
Podéis imaginar mi cara de sorpresa ante tal aseveración. Sería tal, que rápidamente añadió:
-
Como me has dicho que podía preguntarte, me he atrevido a decirte esto.
-
Muy fuerte, ¿siempre tratas así a todos tus clientes? Además, No busco
fuera lo que tengo en casa, estás equivocado. No necesito nada más.
No entendía nada, y para colmo dando
explicaciones como al que le pillan con las manos en la masa. Me estaba
metiendo en una conversación que estaba derivando hacía peligrosos momentos.
Pero en vez de cortar y punto, o simplemente marcharme, me quede quieto, como
petrificado. El seguía montando el centro de flores con mucha tranquilidad. De
repente, paró, me miró y dijo:
- A mí me lo
vas a decir que se lo que te gusta. Pero no porque te conozca o alguien me haya
dicho algo. Es la primera vez que nos vemos, pero veo cosillas, presiento,
intuyo, y sé que te gustaría que te diese una mamada.
- ¡Pero tú estás bien de la cabeza!. Por favor termina el
centro que tengo prisa y déjate de tonterías.
- No son
tonterías, se que tú crees en las energías, en el más allá. Desde pequeño tengo
videncia y por eso lo sé. Como me caes bien voy a poner en el ramo unas
spatifilium que tengo allí.
Salió del mostrador para dirigirse a la
estantería que estaba detrás de mí. Al pasar por delante alarga su mano
tocándome el paquete. Intuitivamente me aparte, pero llego a rozarme, y
reconozco que aquella situación me estaba produciendo tal morbo, que mi polla
estaba morcillona. Lo que más me asombraba era que en vez de salir huyendo,
allí estaba yo aguantando la provocación del florista.
-
Sabía que tenías una buena polla. Me encantaría comérmela. Estamos
solos, si te apetece cierro la floristería un momento, y en la trastienda verás
lo que es una buena mamada.
Ya con las flores, vuelve a pasar por delante de mi, echándome mano otra vez. Esta vez le esquivo del todo increpándole un tanto airado:
Ya con las flores, vuelve a pasar por delante de mi, echándome mano otra vez. Esta vez le esquivo del todo increpándole un tanto airado:
- ¿Pero que haces? Ya está bien. Esto es una falta de respeto. Estás equivocado, no he estado nunca con un hombre, no me interesa para nada.- Y seguí con una perorata repleta de absurdeces, que ahora pienso que no venía a cuento. Con lo fácil que hubiese sido irme, y asunto zanjado.
Me pidió disculpas por su atrevimiento, insistiendo que el no solía equivocarse cuando veía a un hetero al que le iba la marcha.
- No lo entiendo es la primera vez que no acierto. ¡Perdóname!, es extraño, porque estoy seguro de ello. Es más, ¿Por qué has aguantado mi atrevimiento?.
- Porque tengo amigos gays, me cuentan sus cosas, os entiendo y comprendo, pero no me interesa el tema.
Volvió a pedirme disculpas sin dejar de
lanzarme piropos que me hicieron sonrojar, hasta el punto de que insistí en
decirle que no pasaba nada, cuando tenía que estar muy indignado.
- Gracias por tu
comprensión. Cuando te he visto entrar tan guapo con tu traje me has dejado
embelesado, y tenía que intentarlo. Por favor, no se lo cuentes a nadie que
podría tener problemas con los vecinos y con los propietarios de otros locales
comerciales. Hay mucha hipocresía por ahí.
- No te
preocupes, no se lo contaré a nadie. Huyo de los problemas y no me gusta que
los otros los sufran.
- Gracias de nuevo y,
ya sabes dónde encontrarme si algún día cambias de opinión. ¡Terminado! ¿Te
gusta como ha quedado?
- Si, está muy
bonito. ¡Joder!, tú no pierdes bola.
- Es que nunca me
equivoco, estaba tan seguro…. mejor dejémoslo que me pierdo.
Al
despedirnos me tendió la mano. Se la di, cogí el centro de flores y
salí de allí con prisa nerviosa, creyendo que no me había podido pasar aquello.
Pero era real.
Volviendo al
tanatorio pensaba en la situación tan surrealista que había vivido, seguía sin
comprender que presintió en mí para proponerme tal cosa. Pero también en cómo
decirle que no había fallado, que me hubiese encantado pasar a la trastienda
para que me comiera la polla. Como decirle de mis inquietudes y
ganas...
La tentación
fue grande, pero uno aún tiene sus dudas por mucho que le excite la situación.
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A mí también me ha sorprendido cuando alguna vez "me han identificado", porque ni tengo pluma, ni nada que me "delate".
ResponderEliminarDe aquella, porque la situación no acompañaba, pero con lo putón que soy últimamente, no sé qué habría hecho...