lunes, 11 de febrero de 2013

Un viaje iniciado junto el mar (I)


He estado dándole muchas vueltas, y al final he creído oportuno contaros como se inició este viaje. No pretendo crear morbo, aunque el momento pueda tenerlo, solo que pienso que de esta forma comprenderéis el porqué de este blog y todo lo que ello ha conllevado en mi vida.


Este inesperado viaje comenzó una mañana de verano, recién estrenado septiembre, en una tranquila playa enclavada en un Parque Natural de Andalucía. Por lo de inesperado, queda claro que llegó sin avisar. No dejo señales, ni se anunció. Simplemente me embarcó con tanta dulzura que me deje llevar.


Siempre que puedo voy a playas nudistas. Me encanta sentir el sol, la brisa y el agua acariciando todo mi cuerpo. Era nuestro último día de vacaciones y no quería terminarlas sin sentir de nuevo esas sensaciones.



Tras dejar el coche en un aparcamiento improvisado, caminamos un buen trecho hasta llegar a una playa abierta de fina arena, rodeada de abruptos acantilados a la derecha, y de rocas altas de formas caprichosas a la izquierda. Había gente, pero no estaba para nada abarrotada. Buscamos un lugar cerca de los acantilados y dispusimos nuestras cosas para disfrutar con agrado del sol, la brisa y los baños de mar.


Pasado un tiempo, le comenté a mi mujer que me iba a dar una vuelta por la playa. Es habitual que lo haga. Más de una vez nos hemos sorprendido al descubrir detrás de unas rocas o cortante otra playa más solitaria y bella. Esta vez no debía ser menos, porque vi pasar por las rocas a gente que no se la veía volver hasta pasado un buen tiempo.


Mi mujer siempre se quedaba en su hamaca guardando nuestros enseres. Decía que su marido parecía una cabrita saltando por las piedras o caminando por abruptos senderos que circulaban al lado del mar. La realidad es que me acompaña a playas nudistas, aunque ella nunca lo práctica. Sé que lo hace por mí, y porque fue descubriendo que son playas enclavadas en espacios naturales de gran belleza, donde no prima el bullicio.


Anudé el pareo a mi cintura, una gorra para protegerme del sol y a caminar por la orilla. Que gozada sentir la naturaleza sobre mi cuerpo. Tanta paz sentí que en un principio no me percaté de que el sol estaba enrojeciendo mis hombros. Un ligero escozor me hizo desatar el pareo y ponerlo sobre mis hombros. ¡Ummm! Sentí la brisa del mar acariciar de nuevo mis genitales. ¡Puro placer!


Seguí caminando por la orilla. Pasados unos metros un perrito salió corriendo del agua con tanta prisa que me hizo frenar en seco haciéndome perder un poco el equilibrio. Por poco no me caí sobre la arena. Le seguía su dueño. Esbozó una sonrisa y me dijo:

- Perdona, van a su aire.

- No te preocupes, no pasa nada. - Le conteste devolviéndole la sonrisa.

Caminé hasta llegar al final de la playa. Dos mujeres estaban ascendiendo por las rocas hasta desaparecer por el otro lado. Decidí seguir sus pasos. Al llegar arriba descubrí al otro lado una playa más hermosa aún que la que nos encontrábamos. Pero en vez de iniciar el descenso, decidí antes ver si atisbaba donde estaba mi mujer. Pasaron unos segundos hasta que la descubrí, aunque en realidad sabía que era ella por el color de nuestras sombrillas. Recorrí la mirada sin prisas, deteniéndola en tanta beldad. En las plantas crasas y las hierbas en flor, en la dorada arena, en las cristalinas aguas que dejaban ver los peces que se acercaban hasta la orilla. Me sentí en el paraíso.



Iba a dar la vuelta cuando mis ojos percibieron que el dueño del perrito estaba mirando hacia donde yo estaba. O al menos eso creí ver. Por un instante nuestras miradas debieron cruzarse a lo lejos. Vi cómo comenzó a caminar hacía las rocas en las que me encontraba. Pensé que sería habitual saltar por allí a la otra playa para seguir con el paseo por la orilla, así que no le di mayor importancia e inicie el descenso. Si la playa que dejaba al otro lado era preciosa, esta aún lo era más. Unas cinco personas paseaban por ella, nadie estaba tomando el sol o acampado. Tan solo hollaban la arena que rápidamente volvía a lamer el mar para borrar sus huellas.


Me quite el pareo de los hombros para fundirme aún más con la naturaleza. Recorrí tranquilamente la playa hasta que casi al final de la misma, pensé en darme un baño. Mis pocas pertenencias quedaron en la arena. Desnudo, en libertad, con los brazos abiertos, di un giro de cien grados. Estaba solo, toda esa belleza me pertenecía, aunque fuese por unos minutos, o por unos segundos. Y le vi. Estaba sobre las rocas que separaban las dos playas. No sé porque me dejo sorprendido, mirando en aquella dirección. Rápidamente aborde el agua, disfrutando de las sensaciones que produce nadar desnudo, bucear sintiéndote acariciar en la totalidad por miles de gotitas de agua de mar calentadas por el sol. Salí a respirar, y allí estaba, caminando a lo lejos por la orilla. Los otros paseantes se iban cruzando con él de regreso a la otra playa. En unos segundos en aquella parte de la playa estaríamos solos él y yo.


De repente se me vino a la cabeza un pensamiento, ¿y si me estaba siguiendo? ¡No!, no podía ser, ¿Por qué habría de hacerlo? No sé porque me puse nervioso.  El espacio tiempo y el lugar habían cambiado, ya nada era igual. Decidí salir del agua y ponerme a tomar el sol en un recodo del final de la playa, donde no me podría ver. ¡Iluso de mí! Sin pretenderlo estaba dejando miguitas de pan a los hambrientos pajarillos.


No tardo en acercarse hasta donde yo estaba. Le miraba de reojo sin verle. Mi corazón latía fuertemente, presintiendo lo que iba a ocurrir. Lentamente, como si no quisiera asustarme se acercó hasta mí

- ¡Hola de nuevo! Bonito paisaje. - dijo.

- Si, precioso. No conocía esta playa y francamente es hermosa. Tan tranquila que en sus cristalinas aguas ves nadar los peces a tu lado... La belleza de los acantilados que se funden con la arena….- Y seguí por unos segundos más explayándome en las bondades del lugar.

- Decía, que bonito paisaje. - recalcó.

- ¡Ya!, es de los mejores que he visto…- seguía yo dando conversación sobre el sitio.

- ¡Muy bonito!, la verdad. - comentó por tercera vez alargando su mano hasta acariciar mi sexo.


Como una piedra me quede. ¡Estático! No sabía qué hacer, ni responder. Solo quería huir de allí corriendo, pero mis pies no se movían.


- ¡Ves! ya sabía yo que el paisaje es muy hermoso. - le oí decir con otro tono más cariñoso, iluminado el rostro, apartando la mano.

  
¿Por qué decía eso? ¿A qué se refería en concreto? ¿Qué quería de mi aquel desconocido al que sonreí por cortesía minutos antes? Aquellas palabras me devolvieron a una realidad que no sentía. Sorprendido sentía como mi sexo hablaba en plenitud por mí. Desbordado, anhelante de vida.

- ¿Quieres que juguemos un poco? - preguntó con una sonrisa.

- ¿A qué quieres que juguemos? - contesté aún iluso. - No creo que llevemos encima ninguno de los dos palas o cartas para jugar.

- Jajajajaa…. no me refería a esa clase de juegos. Me refiero a otros juegos.

- Pues no entiendo a qué te refieres, la verdad.

- Simplemente jugar a darnos placer mutuamente. - volviendo a acariciar mi pene mientras hablaba. - Es evidente que te apetece.


¡Y tan evidente que era!, pero no lo deseaba, así que sin pensarlo mucho le contesté:


- Mira, estoy casado y no es mi intención. No me van los hombres, y nunca me he sentido atraído por ellos.

-  Puede que sea como dices, aunque tu sexo no opina lo mismo.

- Es la verdad, por mucho que no te lo creas. Lo siento, pero no me van los hombres, además estoy muy enamorado de mi mujer y no necesito a nadie más.


Allí estaba yo dando explicaciones a un hombre al que acababa de conocer. Aguantando la conversación cuando lo más fácil hubiese sido dar media vuelta y marcharme. ¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué estaba reaccionado de aquella forma? ¿Por qué mi sexo seguía respondiendo por mí?



- Veo que tienes razón, eres nuevo en esto. Si quieres te puedo enseñar, y si no te gusta lo dejamos. No pretendo incomodarte, todo lo contrario. ¡Venga! dame la mano, y vayamos detrás de aquellas rocas. Te gustará, ya verás como a partir de hoy piensas de otra manera. No hay nada como el placer que te da otro hombre. –


Sus palabras fueron muy cálidas y envolventes. Tan afables que ahora pienso que hasta hipnotizadoras. Como un autómata al que le dan una orden, le di la mano y fuimos detrás de aquellas rocas donde el mar rompía sobre mis pies. No le toque, pero él me dio mucho placer. Fue muy comprensivo conmigo, no me pidió nada. Fue todo dulzura. Entendió que era mi primera vez, y me respeto. Hablamos durante un buen rato, me dijo que se llamaba Paco, que le gustaría volver a verme, que yo le gustaba mucho. Insistió en quedar en el mismo lugar al día siguiente, citándome a las nueve de la mañana. Tanto como insistió en que volviese con mi mujer. Estaba tan a gusto con él que había olvidado todo.


No he vuelto a verle, pero me impacto tanto su compartimiento, sus gestos, su afecto, que no le he olvidado, ni le olvidaré. Tampoco lo que hizo brotar en mi a partir de entonces… pues forma ya parte de mi vida.




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21 comentarios:

  1. Buenas tardes O:-)

    La verdad que situaciones como la narrada tuya, es la ilusión de muchos.... y la reacción pues no sé si yo hubiese actuado igual o hubiese salido corriendo.... en fin.... me encanta tu "comienzo"... gracias por compartir :-*

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    1. Sabes una cosa, si no hubiese sido tan afable conmigo, incluso tierno, tal vez hubiese salido corriendo. Y ello que su aspecto es muy viril, barba y vello corporal, ademanes correctos, sin duda, supo transmitirme complicidad.
      También he de admitir que me agrado la forma que tuvo de decirme que le gustaba, jejejeje.

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  2. Que hermoso relato German...me trasporte al lugar y al momento.Que bien lo hayas asumido como parte de tu Historia. Bien por ti.

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    1. Ha costado mucho de asumir, ya lo irás viendo si sigues el blog, Jorge, te puedo asegurar que no ha sido fácil.

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  3. Un buen comienzo siempre tiene un mejor recuerdo.
    Es un placer poder leerte.

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    1. Es curioso, pero conforme pasa el tiempo lo recuerdo más gratamente. Gracias por estar ahí.

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    1. Acabo de ver tu mensaje, siento no haberte contestado antes. Se te echa de menos en tu blog. Un abrazo estés donde estés.

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  5. Rico de verdad es buen comienzo y genera confianza entre dos chicos siendo uno de ellos el primíparo en dicha relación homosexual, chevere.

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    1. Gracias Gabito. He tenido que buscar la palabra primíparo en el diccionario, siempre es bueno aprender. Parece ser que es una palabra femenina y se refiere a la hembra que pare por primera vez. Imagino que te refieres a mi primera experiencia. La verdad es que la recuerdo con mucho agrado

      Saludos.

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  6. Casualmente, también, el Almería me inicié yo. Fue en la Nudista Cala de los Muertos, una maravillosa playa con una zona entre pedruscos. Era bastante joven, Y me traicionó también mi sexo. Ya tenía yo dudas sobre mi posible bisexualidad y eso, me dio más todavía.

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    1. El Cabo de Gata es mágico, y esa magia hace que vivamos con más intensidad nuestras sensaciones. Bonito saber que he compartido con otros mis momentazos, aunque sea en otro tiempo y otra playa del Cabo.

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  7. Me has recordado mi encuentro con Antonio, un andaluz que fue a conocerme en Madrid, casado en aquel entonces, con dos hijas mayores, quién pensaría que el conocerme desataría en su casa mucha furia, tanta que terminó de romperse su matrimonio. Hoy Antonio está casado con otro y yo no tengo mucho que no sé de él, su recuerdo me acompaña, esa pasión que nos entregamos en una habitación del barrio Chueca

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    1. Ufffsss! Sin duda nos acompañan los buenos recuerdos, aquellos a los que nos entregamos con deseo y pasión. Me alegro de que tu paso por Madrid dejase en tu piel tantas y tan placenteras sensaciones. En tu caso Antonio, en el mio Paco, siempre estarán ahí.

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  8. yo muero de ganas de que me suceda algo asi, tengo muchos deseos de probar lo bisexual.
    unca hiciste nada con tu mujer y un tercero?

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    1. Pues entonces hazlo. Los sentimientos, los deseos, no deben quedar encerrados, es mejor exteriorizarlos.

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    1. Gracias amigo. Fue el despertar de mis inquietudes y ganas. Un abrazo.

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  10. Hola Germán, hoy he estado leyendo todos tus relatos, y comentado varios de ellos. Este en particular es fabuloso, lo describes de una forma que uno siente que los está viendo y además que siente lo que tu sentiste.

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    1. Gracias Luis Mario, fueron sensaciones que despertaron en mí de forma maravillosamente súbita. Ahí están y siguen estando para goce de mí tiempo. Un abrazo.

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  11. Hoy llegué por casualidad a tu blog. Hermoso relato de tu experiencia. Cuando sientes las caricias de un hombre por primera vez, son momentos inolvidables y que te marcan para siempre. Creo que somos muchos compañeros del mismo viaje, casados con mujer, a la que queremos, y con una familia formada a la que de nigún modo queremos renunciar, pero echamos de menos las caricias de un hombre que nos hagan vibrar de emoción y placer. Un abrazo

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Gracias por compartir este viaje

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