Todos tenemos fantasías sexuales. Entre las mías toma mucha fuerza la de un trío, pero, aunque no os lo creáis, no es un trío de solo hombres.
La fantasía más recurrente es encontrarme en una playa nudista a una pareja hombre y mujer, entablar conversación con ellos y, tras una proposición muy indecente, acabar unidos los tres sin distinciones de sexo.
Es un sueño muy recurrente, a la vez que creo imposible, hasta llegar a proponérsela en una ocasión a mi mujer. No me dijo que no, tampoco que lo pensaría. Y de hacerla realidad tal y como la sueño con otra mujer, en mi introspección creería serle infiel. En la infidelidad, para mí no es lo mismo lo que ella me puede ofrecer, a lo que me pueda ofrecer un hombre. En esta última no hay espacio para la infidelidad.
Esta inusitada confesión viene a propósito de alguna pregunta privada. ¡No! No soy yo ninguno de los hombres que aparece en las fotografías tan apasionantes con las que nos ha regalado un amigo viajero.
¡Que gozada verlos disfrutar así! A ellos y a estos.
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