viernes, 19 de diciembre de 2014

Leer al natural





Uno de los placeres más grandes para mi es sumergirme en la lectura de un buen libro. Supongo que a estas alturas del blog no os descubro nada que ya no sepáis o intuís. ¡Sí! Me apasiona leer, y cuando la temperatura ambiente acompaña hacerlo al natural, esto es, desnudo, tal y como hacen los amigos de las fotos.

Hoy os dejo los versos de un poeta de mi tierra ya desaparecido, Juan Gil-Albert. Un gran poeta conocido por una minoría pero que a mi me subyuga con su palabra. Tal vez su tendencia sexual le ocultó del gran público, obligándole al exilio del que regreso en 1947. Os invito a descubrir su obra, por lo que os dejo algunos de los sonetos de Misteriosa Presencia para que podáis ir conociéndole. Se que os gustará su poesía, pero no podéis perderos Heracles, un tratado sobre la homosexualidad que escribe el año 1955 y no publica hasta la muerte de Franco.




Soneto I

Si unos tiempos mejores permitieran
que el amor que me inspiras exaltara,
como de nardos carnes en su vara,
unas trovas, alientos te ofrecieran.

Los susurros del campo juntos dieran
al resplandor que asomas en tu cara
violas, labios de amor, flautas que para
un mismo ¡ay! deseo te rindieran.

Pero no, que vedado la ley pía
ceño frunce a tan claro desatino
en mazmorras hundiendo la alegría.

Frondas en cambio presta el sano pino,
soledad, oros cautos muda vía
a este feroz impulso clandestino.








Soneto II

Mancebo que el amor por adornarte
cambió tu rumbo en mí pensando acaso,
no temiendo por ello su fracaso
que quererte fue cosa de mirarte.

¿Cómo no si era todo un anhelarte,
hasta encuentro casual que en el ocaso,
música fuimos dos que aún yo me abraso
rememorando sólo el escucharte?

Ve, dile tú si arrepentido muestras
ese camino inverso que me prestas,
que te libre en buen hora de mis alas.

Mas atiende, tu juventud temiera,
que librarte de mí, es bien pudiera
librarte al mismo tiempo de tus galas.





Soneto VII

Rebaños de regreso acequias saltan
tomillo en las pezuñas oloroso,
los límites del día caluroso
fresco de leche al fin, nocturno plantan.

Si luna nácar viste cuando encantan
pajarillos ya foscos olmo umbroso
derramando un halor por especioso
leche en rosa teñida bebo, y cantan.

Esto mismo mi amor, cuando venida
súbita vi tu faz amanecida
dorarme extensos miembros aún sombríos,

apenas fue preciso que un instante
cernido aparecieras, vaho errante,
perfecto acorde diste, igual estíos.



Juan Gil-Albert. Obra poética completa. Institución Alfonso el Magnánimo, Valencia 1981.


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Las fotografías proceden de Internet, y no se cita al autor por no indicarse en el lugar de origen su autoría y procedencia. En caso de incumplimiento involuntario de algún derecho se retirará inmediatamente


1 comentario:

  1. Acabo de empezar a escribir mi propio blog, me gustaría que pasaras a leerlo, saludos.

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