Uno de los placeres más grandes
para mi es sumergirme en la lectura de un buen libro. Supongo que a estas
alturas del blog no os descubro nada que ya no sepáis o intuís. ¡Sí! Me
apasiona leer, y cuando la temperatura ambiente acompaña hacerlo al natural,
esto es, desnudo, tal y como hacen los amigos de las fotos.
Hoy os dejo los versos de un
poeta de mi tierra ya desaparecido, Juan Gil-Albert. Un gran poeta conocido
por una minoría pero que a mi me subyuga con su palabra. Tal vez su tendencia
sexual le ocultó del gran público, obligándole al exilio del que regreso en 1947. Os invito a
descubrir su obra, por lo que os dejo algunos de los sonetos de Misteriosa
Presencia para que podáis ir conociéndole. Se que os gustará su poesía, pero no
podéis perderos Heracles, un tratado sobre la homosexualidad que escribe el año
1955 y no publica hasta la muerte de Franco.
Soneto I
Si unos tiempos mejores
permitieran
que el amor que me inspiras
exaltara,
como de nardos carnes en su vara,
unas trovas, alientos te
ofrecieran.
Los susurros del campo juntos
dieran
al resplandor que asomas en tu
cara
violas, labios de amor, flautas
que para
un mismo ¡ay! deseo te rindieran.
Pero no, que vedado la ley pía
ceño frunce a tan claro desatino
en mazmorras hundiendo la
alegría.
Frondas en cambio presta el sano
pino,
soledad, oros cautos muda vía
a este feroz impulso clandestino.
Soneto II
Mancebo que el amor por adornarte
cambió tu rumbo en mí pensando
acaso,
no temiendo por ello su fracaso
que quererte fue cosa de mirarte.
¿Cómo no si era todo un
anhelarte,
hasta encuentro casual que en el
ocaso,
música fuimos dos que aún yo me
abraso
rememorando sólo el escucharte?
Ve, dile tú si arrepentido
muestras
ese camino inverso que me
prestas,
que te libre en buen hora de mis
alas.
Mas atiende, tu juventud temiera,
que librarte de mí, es bien
pudiera
librarte al mismo tiempo de tus
galas.
Soneto VII
Rebaños de regreso acequias
saltan
tomillo en las pezuñas oloroso,
los límites del día caluroso
fresco de leche al fin, nocturno
plantan.
Si luna nácar viste cuando
encantan
pajarillos ya foscos olmo umbroso
derramando un halor por especioso
leche en rosa teñida bebo, y
cantan.
Esto mismo mi amor, cuando venida
súbita vi tu faz amanecida
dorarme extensos miembros aún
sombríos,
apenas fue preciso que un
instante
cernido aparecieras, vaho
errante,
perfecto acorde diste, igual estíos.
Juan Gil-Albert. Obra poética
completa. Institución Alfonso el Magnánimo, Valencia 1981.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Las fotografías proceden de Internet, y no se cita al autor
por no indicarse en el lugar de origen su autoría y procedencia.
En caso de incumplimiento involuntario de algún derecho se retirará
inmediatamente
Acabo de empezar a escribir mi propio blog, me gustaría que pasaras a leerlo, saludos.
ResponderEliminar