Mis pies semienterrados en la arena, quietos, como si el cuerpo que los sostiene hubiese decidido detenerse para siempre.
La arena los abraza tibia, como queriendo ocultarlos sin prisa.
El sol cae a plomo, y la brisa del mar apenas los roza, pero no los mueve.
Parecen parte del paisaje, más que de una persona: una estatua viva, en pausa, entre la orilla y el recuerdo.
No se sabe si esperan avanzar, hundirse del todo, o simplemente descansar del tiempo que corroe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por compartir este viaje