El año
comenzó con una carta abierta de un compañero de viaje. Se incorporó al camino
de súbito, como un torbellino condensado con ganas, con ansía de compartir, de
saber, de sentir, pero sobretodo buscando respuestas a preguntas tan simples
como por qué le atraen los hombres. No entiende porqué ahora, entrado en la
cuarentena, con una familia y una vida estable, surgen sensaciones antes no
encontradas. No concibe porqué ha surgido otra vida en la suya que ha de vivir a
escondidas, como mirando al mundo a través de unos dedos que nos cubren el
rostro.
¿Os suenen
estas palabras? Seguro que sí, son las mismas sensaciones vividas antes por
miles de hombres. Las mismas que nos suceden a muchos viajeros de este viaje,
aquellas que nos abruman convirtiéndose unas veces en dolientes, y otras en
llenas de placer.
Nuestro entorno
presupone que somos hombres heteros, felizmente casados. Enamorados de nuestra
esposa, de nuestros hijos. Y lo estamos de corazón. ¡Los queremos! Aunque en
nosotros viva una dualidad que por estar casados nos produzca desazón, y nos
queme por dentro.
Para los
amigos y familia somos el matrimonio modélico que todos aspiran a tener. Solo nosotros
sabemos que escondemos ese sentimiento que no queremos dejar aflorar, que nos fustiga
y aflige. Un sentimiento con etiqueta que nos califica como bisexuales, pero
esa misma etiqueta a ojos de la gran mayoría nos señala como hombres egoístas,
viciosos, ambiguos, depravados. En carne propia, sabemos que la realidad es
bien otra.
Sufrimos en
silencio. Interrogándonos sin obtener respuestas. No engañamos a nuestras
esposas cuando nos casamos con ellas, pues lo hicimos profundamente enamorados.
Tampoco exteriorizamos por no hacer sufrir a nuestros seres queridos. Pero un día
saltó una chispa en nuestro interior que nos hizo desear y amar a mujeres y
hombres por igual. Y apareció en nuestras vidas el ascensor, un símil que un día
nos lleva emocionalmente a lo más alto, y al instante a lo más bajo, odiándonos por momentos o
sintiéndonos simplemente felices.
Hay quien elige
desde su libertad conocer otros hombres con los que compartir ese sentimiento,
en cambio otros deciden reprimirlo encerrándolo en lo más hondo de su interior.
Para mí lo más importante es aceptarnos tal como somos, sin culpa, sin odio a
nosotros mismo. La religión puede ser una ayuda en momentos tan vitales, pero siempre
que no se vea como una represión, con miedo, angustia, o como un castigo. Meditar,
interiorizar, ayuda, pero sobre todo actuar desde nuestra libertad con el
respeto a los demás. Así, si algún día descubrimos que hemos dejado de amar a
una mujer para hacerlo por un hombre, lo mejor será dar el paso de dejar las vías
libres a la persona que un día amamos.
Consejo
ninguno, ayuda para comprender toda. Cada individuo es especial, único, nada de
otros sirve para uno. El viaje es nuestro, por mucho que lo compartamos, solo
nosotros podemos vivir las sensaciones que nos ofrece. Lo importantes es vivir,
a escondidas o con la cara descubierta, pero siempre en el presente.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Las fotografías proceden de Internet, y no se cita al autor
por no indicarse en el lugar de origen su autoría y procedencia.
En caso de incumplimiento involuntario de algún derecho se retirará
inmediatamente
Me quedo con lo que comentas en el último párrafo, que cada individuo es único y que por eso mismo consejos no se pueden dar. Y es que lo que para uno funciona, no tiene por qué hacerlo para otro. Eso sí, apoyo y comprensión toda la del mundo. Un abrazo.
ResponderEliminarAhí estamos, simplemente estar al lado de quien lo necesita. Un abrazo Pablo.
EliminarCuanta razón tienes querido amigo, tenemos mucho "miedo" de lo que sentimos, unas veces estas en en cielo y otra estas bajo tierra, no terminamos de aceptar lo que sentimos.
ResponderEliminarFuerte abrazo de piel y corazon
Con miedo o sin miedo, un fuerte abrazo amigo.
Eliminar