Estos
días de otoño que se muestran cálidos, soplan apetecibles de arena y mar
silenciosos. Tanto que ayer me seduje por pasar unas horas en la playa con mi
mujer.
Apenas
había gente en la zona nudista. Por su aspecto los pocos que había parecían ser de
otros países. Al llegar pasamos por delante de un hombre en soledad y una
pareja hetero de piel más blanca que el blanco de la cal. Seguimos andando
hasta que nos colocamos a unos veinte metros de una pareja como nosotros.
Al
desmontar todo me di cuenta que en el trayecto había perdido una pieza de la
sombrilla. Desande el camino y volví a pasar por delante de la tumbada pareja y
el hombre que me miró con ojos ávidos. No encontré la pieza, así que volví a
pasar por delante de todos ellos con vergüenza en la cara y los ojos sin apenas
mirar. Porque mirar miré, como a escondidas, presintiendo, intuyendo más
miradas. El hombre solitario me siguió con los ojos mientras yo seguía con los
míos mirando la erecta polla del que parecía dormido al lado de su pareja.
Todo
un juego de miradas que siguió a los pocos minutos cuando el hombre que estaba
solo paseo por la orilla de la playa hasta llegarse a la altura en la que me
encontraba y mirándome se estiró la polla un par de veces. Hice como que no le
vi y seguí hablando con mi mujer. Un par de metros más allá dio la vuelta y a
paso más rápido volvió a su lugar en la arena, desnudo sobre ella, sin toalla
que arropara su bronceada piel, sorprendido por no encontrar respuesta en aquel
que paso tres veces por su lado buscando algo distinto a lo que él presintió.
Entonces
reparé que por detrás de nosotros, en las dunas, un par de hombres paseaban la
arena en busca de alguien que calmase su hambre de carne. Otro oteaba la playa
semiescondido en unos matorrales. Parecía que ninguno de ellos le agrado.
Unos
hombres que pasaron y pasaron, más de veinte veces, y llegaron un par más, uno
de ellos con camisa blanca y bermuda azul, hasta mi mujer se sintió molesta.
Parecía que no era buena tarde para encuentros de consumido sexo.
El
hombre solitario se marchó con la mirada sorbiendo los granos de la caliente
arena. Entonces llegaron dos amigos y se colocaron cerca de nosotros. Uno se
desnudo, el otro dejo sobre su cuerpo un bañador naranja. Baños, risas y sol
sobre sus cuerpos morenos por el sol del verano. En un momento dado, el del
bañador se lo quita y lo deja sobre la toalla. Se gira encaminándose hacía las
dunas. Al poco le sigue el otro. Mi cabeza, caliente por el sol, piensa que van
a buscar un sitio donde darse aprecio el uno al otro. Pero no, se sitúan uno a
unos metros del otro en espera de alguien que les sople en el cuerpo.
Nadie
pasó, nadie les acaricio con sus dedos de deseo. Diez minutos más tarde se
marchó a la toalla el del bañador que se lo puso con mala gana, le siguió el
otro para vestirse deprisa. Sin hablarse recogieron para perderse en la línea
de la playa, desvanecidos en sombras.
Mi
mujer se dio cuenta de todo, extrañada me pregunto del chocante comportamiento
de algunos hombres aquella tarde en la playa. Dijo que parecía que se buscaban
entre ellos, que buscaban a otros hombres. No me quedo otra que hablarle del cruising.
A
todo esto nuestro vecino se levantaba de su hamaca de vez en cuando para hablar
con su mujer y la polla le crecía hasta ponerse bien morcillona. Sé que miraba
hacía nosotros escudriñándonos con avidez. Cuando no se daba cuenta era yo el
que miraba y veía que su pene no estaba al mismo tamaño que cuando lo hacía él.
Puede
que sean imaginaciones mías, excitaciones de esos hombres por el mero hecho de
estar desnudo, o movimientos naturales de los mismos que intentamos recrear a
nuestro antojo. Lo realmente cierto es que aquella tarde de playa me sentí
incomodo por el ir y venir de hombres que hacen de la playa en otoño solo un lugar
de sexo apresurado.
Aún quedan días de playa para gozar.
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por no indicarse en el lugar de origen su autoría y procedencia.
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inmediatamente
A mi nunca me ha gustado demasiado lo que se vive y se percibe en esos lugares de "cruising", aún así no soy inmune al relativo "morbo" que desprende la situación que describes...pero vaya, entiendo tu incomodidad y más todavía si estabas en compañía de tu mujer...¡que no ibais a la playa pensando precisamente en esas cosas!.
ResponderEliminarSaliéndome totalmente de contexto: ¿la rodilla peluda que se vislumbra en la fotografía es tuya?...huy que cosa más rica, voy a hacer una recogida de firmas entre los lectores de tu blog para que saques un selfie de cuerpo entero...¡o al menos del pescuezo para abajo!, jejeje.
Era broma ( lo de la recogida de firmas, la cacha es muy apetecible jaja ).
Un abrazo y disfruta estos largos coletazos de verano que estamos disfrutando includo aquí...
Jajajaja... la rodilla es mía, y el pie también. Me alegro que te gusten, como le decía a Casado Maracaibo, aunque no es mi intención publicar fotos personales, nunca se sabe, así que habrá que esperar.
EliminarA mi tampoco me gusta el cruising, pero respeto que haya quien encuentre en su practica lo que necesita. Se trata simplemente de respeto, que parece que suele darse. No creo que se fuerce a nadie a tener sexo. Otra cosa es cuando invade sitios más públicos como suele ser la misma arena de la playa, ahí si que molesta un poquillo.
seguiremos con el nudismo y el viaje. Un abrazo amigo.
No lo he experimentado, pero siempre he supuesto que va todo tipo de personas y que el cruising debe motivar a una gran mayoría. Tus relatos siempre están cargados de detalles en los que casí puede uno estar y sentir lo que describen tus escenas. Sí que sería grato conocer una imagen tuya como dice un-angel
ResponderEliminarHola amigo. Gracias por tus palabras de aliento. No voy a las playas nudistas para cruising, pero respeto a los que van con esa intención. Con no entrar en el juego es suficiente.
EliminarEl verme es más complicado, aunque nunca se sabe, igual un día me decido. De momento solo me veis por dentro. Un abrazo.
Yo también fui a la playa en el sur y la sensación fue la misma que la tuya.
ResponderEliminarHola Roberto, la verdad es que voy mucho a playas nudistas y no suele pasarme con tanta intensidad, hasta el punto que te sientas molesto. Siempre se dan miradas, gestos y señales pero con no darles seguimiento es suficiente. Está vez alguno fue persistente, demasiado, hasta mi mujer se dio cuenta. Y eso no me gusto. El nudismo es importante para mi y lo seguirá siendo. Gracias por venir. Un abrazo.
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