jueves, 12 de octubre de 2017

Aún quedan días de playa


Estos días de otoño que se muestran cálidos, soplan apetecibles de arena y mar silenciosos. Tanto que ayer me seduje por pasar unas horas en la playa con mi mujer.


Apenas había gente en la zona nudista. Por su aspecto los pocos que había parecían ser de otros países. Al llegar pasamos por delante de un hombre en soledad y una pareja hetero de piel más blanca que el blanco de la cal. Seguimos andando hasta que nos colocamos a unos veinte metros de una pareja como nosotros.

Al desmontar todo me di cuenta que en el trayecto había perdido una pieza de la sombrilla. Desande el camino y volví a pasar por delante de la tumbada pareja y el hombre que me miró con ojos ávidos. No encontré la pieza, así que volví a pasar por delante de todos ellos con vergüenza en la cara y los ojos sin apenas mirar. Porque mirar miré, como a escondidas, presintiendo, intuyendo más miradas. El hombre solitario me siguió con los ojos mientras yo seguía con los míos mirando la erecta polla del que parecía dormido al lado de su pareja.

Todo un juego de miradas que siguió a los pocos minutos cuando el hombre que estaba solo paseo por la orilla de la playa hasta llegarse a la altura en la que me encontraba y mirándome se estiró la polla un par de veces. Hice como que no le vi y seguí hablando con mi mujer. Un par de metros más allá dio la vuelta y a paso más rápido volvió a su lugar en la arena, desnudo sobre ella, sin toalla que arropara su bronceada piel, sorprendido por no encontrar respuesta en aquel que paso tres veces por su lado buscando algo distinto a lo que él presintió.

Entonces reparé que por detrás de nosotros, en las dunas, un par de hombres paseaban la arena en busca de alguien que calmase su hambre de carne. Otro oteaba la playa semiescondido en unos matorrales. Parecía que ninguno de ellos le agrado.

Unos hombres que pasaron y pasaron, más de veinte veces, y llegaron un par más, uno de ellos con camisa blanca y bermuda azul, hasta mi mujer se sintió molesta. Parecía que no era buena tarde para encuentros de consumido sexo.

El hombre solitario se marchó con la mirada sorbiendo los granos de la caliente arena. Entonces llegaron dos amigos y se colocaron cerca de nosotros. Uno se desnudo, el otro dejo sobre su cuerpo un bañador naranja. Baños, risas y sol sobre sus cuerpos morenos por el sol del verano. En un momento dado, el del bañador se lo quita y lo deja sobre la toalla. Se gira encaminándose hacía las dunas. Al poco le sigue el otro. Mi cabeza, caliente por el sol, piensa que van a buscar un sitio donde darse aprecio el uno al otro. Pero no, se sitúan uno a unos metros del otro en espera de alguien que les sople en el cuerpo.

Nadie pasó, nadie les acaricio con sus dedos de deseo. Diez minutos más tarde se marchó a la toalla el del bañador que se lo puso con mala gana, le siguió el otro para vestirse deprisa. Sin hablarse recogieron para perderse en la línea de la playa, desvanecidos en sombras.

Mi mujer se dio cuenta de todo, extrañada me pregunto del chocante comportamiento de algunos hombres aquella tarde en la playa. Dijo que parecía que se buscaban entre ellos, que buscaban a otros hombres. No me quedo otra que hablarle del cruising.

A todo esto nuestro vecino se levantaba de su hamaca de vez en cuando para hablar con su mujer y la polla le crecía hasta ponerse bien morcillona. Sé que miraba hacía nosotros escudriñándonos con avidez. Cuando no se daba cuenta era yo el que miraba y veía que su pene no estaba al mismo tamaño que cuando lo hacía él.

Puede que sean imaginaciones mías, excitaciones de esos hombres por el mero hecho de estar desnudo, o movimientos naturales de los mismos que intentamos recrear a nuestro antojo. Lo realmente cierto es que aquella tarde de playa me sentí incomodo por el ir y venir de hombres que hacen de la playa en otoño solo un lugar de sexo apresurado.

Aún quedan días de playa para gozar.




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Las fotografías proceden de Internet, y no se cita al autor por no indicarse en el lugar de origen su autoría y procedencia. En caso de incumplimiento involuntario de algún derecho se retirará inmediatamente









6 comentarios:

  1. A mi nunca me ha gustado demasiado lo que se vive y se percibe en esos lugares de "cruising", aún así no soy inmune al relativo "morbo" que desprende la situación que describes...pero vaya, entiendo tu incomodidad y más todavía si estabas en compañía de tu mujer...¡que no ibais a la playa pensando precisamente en esas cosas!.
    Saliéndome totalmente de contexto: ¿la rodilla peluda que se vislumbra en la fotografía es tuya?...huy que cosa más rica, voy a hacer una recogida de firmas entre los lectores de tu blog para que saques un selfie de cuerpo entero...¡o al menos del pescuezo para abajo!, jejeje.
    Era broma ( lo de la recogida de firmas, la cacha es muy apetecible jaja ).
    Un abrazo y disfruta estos largos coletazos de verano que estamos disfrutando includo aquí...

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    1. Jajajaja... la rodilla es mía, y el pie también. Me alegro que te gusten, como le decía a Casado Maracaibo, aunque no es mi intención publicar fotos personales, nunca se sabe, así que habrá que esperar.

      A mi tampoco me gusta el cruising, pero respeto que haya quien encuentre en su practica lo que necesita. Se trata simplemente de respeto, que parece que suele darse. No creo que se fuerce a nadie a tener sexo. Otra cosa es cuando invade sitios más públicos como suele ser la misma arena de la playa, ahí si que molesta un poquillo.

      seguiremos con el nudismo y el viaje. Un abrazo amigo.

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  2. No lo he experimentado, pero siempre he supuesto que va todo tipo de personas y que el cruising debe motivar a una gran mayoría. Tus relatos siempre están cargados de detalles en los que casí puede uno estar y sentir lo que describen tus escenas. Sí que sería grato conocer una imagen tuya como dice un-angel

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    1. Hola amigo. Gracias por tus palabras de aliento. No voy a las playas nudistas para cruising, pero respeto a los que van con esa intención. Con no entrar en el juego es suficiente.

      El verme es más complicado, aunque nunca se sabe, igual un día me decido. De momento solo me veis por dentro. Un abrazo.

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  3. Yo también fui a la playa en el sur y la sensación fue la misma que la tuya.

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    1. Hola Roberto, la verdad es que voy mucho a playas nudistas y no suele pasarme con tanta intensidad, hasta el punto que te sientas molesto. Siempre se dan miradas, gestos y señales pero con no darles seguimiento es suficiente. Está vez alguno fue persistente, demasiado, hasta mi mujer se dio cuenta. Y eso no me gusto. El nudismo es importante para mi y lo seguirá siendo. Gracias por venir. Un abrazo.

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Gracias por compartir este viaje

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