miércoles, 20 de mayo de 2015

La siesta del placer



El sol vuelve a brillar con fuerza. El jardín se recoge bajo la sombra de los árboles, dejando pasar leves haces de luz al dormitorio. Desnudo, tumbado en la cama, sueño dormido con dejadas alegrías.



Las siestas del verano, o cuando el calor aprieta son las más ociosas, las más dispuestas. Apetece cerrar los ojos desnudo. Apetecen los placeres. Pensar en pieles que se abren a nuestras manos. Si estamos solos excitarse con el recuerdo de apasionados lances. Aunque mucho mejor si podemos alargar la mano para erizar la piel que duerme a nuestro lado. Es entonces cuando nuestra hombría crece y perdemos la sabiduría entre placeres.


Placeres que se incendian con el deseo de respirar juntos, de escalar los prodigios que nos envuelven. Aletargada la tierra sonríe a la tarde que roza el repecho de la montaña. Apetece ahora tomar un café del tiempo mientras los caños de oro bañan la piel que ha sido placer del otro.




     

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2 comentarios:

  1. Huy vaya siesta de placer me echaba yo con el chulángano de la foto... :-)
    Muy bonito y muy descriptivo de ese momento tan como de letargo pero tan sensual que es la hora de la siesta...
    Abrazos, amigo.

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    Respuestas
    1. Una siesta erizando la piel de un buen amigo debe de ser de lo más, jejeje...

      Un abrazo de siesta.

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Gracias por compartir este viaje

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