El sol vuelve a brillar con
fuerza. El jardín se recoge bajo la sombra de los árboles, dejando pasar leves
haces de luz al dormitorio. Desnudo, tumbado en la cama, sueño dormido con
dejadas alegrías.
Las siestas del verano, o cuando
el calor aprieta son las más ociosas, las más dispuestas. Apetece cerrar los
ojos desnudo. Apetecen los placeres. Pensar en pieles que se abren a nuestras
manos. Si estamos solos excitarse con el recuerdo de apasionados lances. Aunque
mucho mejor si podemos alargar la mano para erizar la piel que duerme a nuestro
lado. Es entonces cuando nuestra hombría crece y perdemos la sabiduría entre
placeres.
Placeres que se incendian con el
deseo de respirar juntos, de escalar los prodigios que nos envuelven. Aletargada
la tierra sonríe a la tarde que roza el repecho de la montaña. Apetece ahora
tomar un café del tiempo mientras los caños de oro bañan la piel que ha sido
placer del otro.
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Huy vaya siesta de placer me echaba yo con el chulángano de la foto... :-)
ResponderEliminarMuy bonito y muy descriptivo de ese momento tan como de letargo pero tan sensual que es la hora de la siesta...
Abrazos, amigo.
Una siesta erizando la piel de un buen amigo debe de ser de lo más, jejeje...
EliminarUn abrazo de siesta.