martes, 14 de octubre de 2025

ABRIR LA PUERTA: EL COMIENZO DE SER UNO MISMO


Vuestros testimonios a mi última entrada, los recibidos por aquí o en mensajes privados de Instagram y Facebook,  me han llegado hondo, quizá porque tocan un sentimiento que muchos compartimos en silencio. Ser bisexual y estar casado, es  como vivir entre esos dos mundos, no es una contradicción, sino una búsqueda constante de equilibrio. No es una historia de indecisión, sino de autenticidad.




Abrir “esa puerta”, como vosotros decis, no es solo una elección sexual: es un acto de conciencia. Es reconocerse múltiple, complejo, cambiante. Es aceptar que dentro de nosotros conviven deseos distintos, afectos que no se anulan, sino que se complementan. A veces pensamos que cerrar esa puerta nos protege, pero en realidad, lo que hacemos es cerrarnos a una parte viva de quienes somos.


Vuestras palabras se unen a las mías, para decir que la plenitud no se alcanza negando lo que sentimos, sino integrándolo. Y que la culpa solo pierde fuerza cuando se enfrenta con nuestra propia verdad. Mantener un matrimonio y, al mismo tiempo, reconocer o anhelar una necesidad afectiva o sexual que no encaja en el molde tradicional, no es una falta de moral: es una manera de ser honesto con uno mismo.


Quizás el verdadero desafío no está en elegir entre dos caminos, sino en aprender a habitarlos con coherencia. En entender que el amor no siempre se ajusta a las categorías que nos enseñaron, y que amar, de verdad, empieza por el coraje de escucharse sin miedo.


Es preciso recordar que amar a los demás exige primero amarse a uno mismo. Tal vez de eso se trate todo, de abrir la puerta, mirarse con ternura, y decidir vivir con autenticidad, aunque eso signifique caminar por sendas que otros no comprendan.


martes, 7 de octubre de 2025

EL ECO DE MI INTERIOR


En uno de mis paseos por la orilla de la playa


Hace unos días estuve en la playa, en lo que quizás fue mi despedida del verano. El lugar estaba casi vacío, sin voces, sin distracciones. Solo el sonido del mar, el aire tibio y mi cuerpo desnudo. Sentí que era un buen momento para meditar, para encontrarme conmigo mismo desde el silencio exterior de mi piel.


Y entonces, en medio de esa calma, me descubrí pensando en ella. En mi mujer. En todo lo que somos y lo que hemos construido juntos. Y desde el corazón, casi sin pensarlo, le dije en silencio: te quiero.

Debo recapitular. Desde hace meses hay algo dentro de mí que no me deja en paz, una voz que me susurra que deje estas redes sociales, que apague el ruido del deseo masculino, que me acerque más a ella, que la mime, que la escuche de verdad. A veces siento que pierdo el tiempo escribiendo en el blog o en Facebook e Instagram, buscando respuestas en palabras que se disuelven entre pantallas … en mensajes de hombres que quieren conocerme buscando algo más que unas palabras escritas, deseando algo más de lo que yo quiero, y por lo tanto, puedo ofrecer.

Y ahí es donde me quiebro, porque me hace pensar. Porque me enfrenta con partes de mí. Sería tan fácil si las cosas fueran claras, si pudiera encajar en una sola palabra, en una sola certeza. Pero no puedo. No soy solo una cosa, ni una versión fija de mí mismo.

Hoy, solo quiero no sentirme culpable por ser quien soy. Quiero seguir amando, sin esconderme tanto de mí mismo. Quiero que ella sepa -aunque nunca lo diga del todo- que mi amor por ella es real, incluso cuando mi alma se llena de dudas.

ENTRE LA QUIETUD Y LA RUPTURA

Fotografía de Aliakbar Nosrati Estos días de noviembre se acortan en luz y se alargan en pensamiento. Son días que invitan a la calma, pero ...