Agachada la mirada, paseo por la frondosidad de la tierra, detenido ya el fuego de mis precipicios. El cálido día me libera de la opresora ropa que queda esparcida sobre la tierra quemada. Mi piel recoge la luz del sol expandiéndola hacía el interior para nutrirme de la vida.
Ha llegado el momento de ser libre, de mirar de frente, de hundir las cargas en la profundidad del polvo. Mañana ha de brillar mi tiempo, el que me saque a la luz, el que me haga soberano de mí mismo, el que levante mis ojos para mirar a la vida desde la generosidad y la abundancia.
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