Era temprano, la cala estaba casi vacía de miradas. Pero allí estabas tú,
mirando al mar que abría las rocas como un frescor con el que calmar mi
ardiente piel.
Por un momento pensé que el mar me regalaba mis sueños, los que cumplen
en mis soledades cuando busco al amigo con el que ansió extasiar mi cuerpo.
Tú estabas solo, yo no. Nuestras miradas se cruzaron mil veces tropezando
con mi obligada cautela. Hablaban los ojos, callaron los cuerpos.
Duele mi silencio, tanto que aún me duelen tus gestos de ganas.
Ayer en una cala amordace mis deseos.
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